"He
celebrado miles de confesiones, créame”
El
padre franciscano Josep Maria Massana, vive en el convento del santuario de San
Antonio de Padua de Barcelona, y anteriormente había pasado muchos años en las
Misiones Franciscanas de África, en Burundi, Malawi y Kenia.
En
África la gente se confesaba con más frecuencia, al menos en los países donde
estuvo, porque “el africano es sencillo en sus pensamientos”.
¿Y
en el mundo desarrollado?, le preguntamos. ¿Por qué el hombre se confiesa poco?
“En
primer lugar, y como primer paso, las personas tienen miedo -tal vez de
modo inconsciente- de mirarse a sí mismas. La confesión es como un espejo que
nos colocamos ante nosotros para vernos cómo somos”.
“El
segundo paso –dice el padre Massana- es que la confesión la hacemos ante
Dios y Él nos ve como somos y Dios derrocha todo su amor, su ternura, su
misericordia en el sacramento de la penitencia. El segundo paso es más
fácil que el primero. Dios te dice: ven, seas como seas, no me importa, yo
te quiero y te he querido”.
Hay
otra causa, una segunda causa, dice el padre Massana: “los sacerdotes no
siempre están disponibles. Esto se arregla poniendo unos horarios claros y
precisos en las parroquias destinados a la confesión”.
Si
las personas supieran cuándo pueden ir a confesarse, iría más gente a recibir
el sacramento. “El sacerdote ha de estar disponible, porque es difícil que los
fieles vayan a preguntar por el sacerdote para confesarse. Para mí, una de
las mejores cosas del sacerdocio es confesar. ¡Es un apostolado fabuloso! ¡Es
el apostolado de la misericordia!”.
“Hay
gente que se refugia—añade el padre Massana—en las confesiones
comunitarias. Hay hombres y mujeres a los que les resulta más fácil ir a
ceremonias penitenciales en grupo. No podemos despreciar el valor que tienen -y
que solo Dios lo sabe- para estos hombres y mujeres por el mero hecho de acudir
a actos penitenciales, pues Dios aprovecha cualquier grieta del alma de los
fieles, para tocarles el corazón, pues la misericordia de Dios tiene infinitos
recursos”.
“Personalmente
creo que el intercambio humano, el pequeño consejo, una palabra de aliento
y de guía que da el sacerdote en el confesionario ayuda a la conciencia de los
fieles”, señala el padre Massana.
Volviendo
a la situación de la fe en África, afirma el padre Massana que los africanos
van a la confesión y dicen las cosas como son y ya está. No tienen complejos,
van al grano. He celebrado miles de confesiones, créame”.
Y
no solo en la confesión, sino en la práctica de los sacramentos “los africanos
son más simples. Ellos son cristianos, y se ha acabado”, dice el padre Massana.
No tienen razonamientos complejos y alambicados. Por eso están viniendo los
primeros misioneros de África y América Latina a nosotros.
“Yo
lo comparo con el hambre -dice-. Si das de comer a un hambriento, comerá a
gusto, pero si das de comer a un desganado (que es nuestro caso), será mucho
más difícil. Lo mismo pasa con las cosas de Dios”, termina el padre Massana.
Salvador Aragonés
Fuente:
Aleteia