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Durante estos 43 meses, la madre de la religiosa colombiana de la Congregación Hermanas Franciscanas de María Inmaculada no perdió la esperanza de que la liberaran. Lamentablemente la buena noticia que su familia y su país está esperando no ha llegado y la hermana Gloria continúa en territorio africano en manos de una fracción de Al Qaeda.
“Mi mamá no tenía ninguna
enfermedad a excepción de un problema leve en el oído. Ella sufría y fue
desmejorando físicamente desde el secuestro de mi hermana, yo creo que la
tristeza la afectó”, dijo a Aleteia Édgar Narváez,
uno de los tres hermanos de la misionera.
La
familia Narváez vive en la ciudad de Pasto, al suroccidente de Colombia, donde
compartió con doña Rosa el fin de semana. “Después de ver la misa por
televisión, no dio un abrazo como si se estuviera despidiendo y al día
siguiente se despertó, desayunó y volvió a su cama. Ahí nos dimos cuenta de que
no estaba bien y al poco tiempo falleció”, explicó Édgar.
Doña Rosa era de temperamento
alegre como Gloria, la tercera de sus cuatro hijos, y tenía gran carisma, lo
que sin duda le ayudó a sobrellevar el secuestro de la religiosa, quien se
encontraba en la parroquia de Karangasso, Koutiala, al sur de Mali, cuando fue
raptada.
Se han recibido tres
pruebas de supervivencia, la última hace un año y medio a través de un video de
16 segundos en el que se ve a la misionera atendiendo a una mujer francesa que
estaba enferma. Su familia cree que ella se encuentra en la frontera entre Mali
y Burkina Faso y confía en que la difusión en medios internacionales como
Aleteia permita que la noticia llegue hasta allá y se entere del fallecimiento
de su madre.
Igualmente esperan
que el fallecimiento de doña Rosa lleve a los captores a liberar a la
misionera: “Si me leen que por favor la
liberen, este es un motivo grande para que lo hagan. Es tiempo de que la
devuelvan, ella nos hace falta”, dijo su hermano como vocero de la familia.
El oficio religioso
por el alma de doña Rosa se realizó en la capilla de las Hermanas Franciscanas de María Inmaculada de Pasto, comunidad a la que pertenece
Gloria Cecilia y con la que adelantaba una misión en ese continente, para
ayudar a los más necesitados. En cumplimiento de su apostolado estuvo ocho años
en Benin y posteriormente se trasladó a Mali.
En la congregación
marcan cada día en un contador manual, al tiempo que oran por su liberación,
clamando a través de esta corta oración: “Te pedimos que estés con
ella en los momentos de profunda soledad y seas un faro brillante de
esperanza”.