Don José María en Etiopía, con las Misioneras de la Caridad |
- ¿Cuándo nació esa vocación por las misiones? ¿Va emparejada a la
de sacerdote o es algo especial dentro de la vocación sacerdotal?
- He de reconocer
que mi primer planteamiento de entrega al Señor fue por un testimonio misionero
de un hermano de La Salle. Ahí, siendo un niño, pensé que lo más bonito que
podía hacer es ir a las misiones a hablar de Dios… pero muy pronto, quizás por
la influencia de la familia, me decanté por el sacerdocio en mi diócesis. En
todo caso, era un chaval (con tan sólo 12 años) y no tenía las ideas claras, no
sabía distinguir, seguramente, una cosa de otra.
- ¿Dónde ha estado de misiones? ¿Qué recuerdos tiene?
- Yo no he sido
nunca misionero. Para considerarse misionero hay que tener un compromiso de por
vida y, lo más importante de todo, ser enviado por la Iglesia a trabajar por la
Evangelización en algún lugar donde todavía la Iglesia no está fuerte y
presente. Yo empecé cuando ya era sacerdote, yendo un verano a ayudar a las
Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa en Rumanía… fui solo, con el único
deseo de pasar mi mes de vacaciones ayudando a estas religiosas con las que me
siento tan unido, en aquello que ellas pudieran necesitar. Tras esa primera
experiencia empecé a organizar grupos de jóvenes que deseaban acompañar a las
religiosas en su servicio a los niños y niñas con lesión cerebral. De ahí, me
pidieron que fuera a Etiopía, también con voluntarios a hacer el mismo trabajo
que hacíamos en Rumanía. Siempre era durante el mes de vacaciones y trabajando
con chavales con lesión cerebral.
»
Después de eso vinieron experiencias parecidas en Ghana, Benín y en Sierra
Leona. De otra forma, pero también con el deseo de ayudar a los misioneros fui
a Mozambique y Cuba.
»
¿Algún recuerdo? Muchos… ahí aprendí a dar la bendición con el Santísimo de
modo individual a cada niño, a cada niña, y todos eran niños con graves daños
cerebrales… seguramente ni se daban cuenta, ni valoraban lo que se estaba
haciendo con ellos… pero vi que Dios quería estar con cada uno de ellos, y
bendecirlos a cada uno de ellos… ¡son un regalo de Dios! Muchas tardes, me
escapaba a las habitaciones donde estaban los que estaban en peores condiciones
físicas…y verles sonreír y abrir los ojos grandes acogiendo con tanta alegría
mi visita… ¡me llenaba el corazón! yo he pensado que el cielo debe ser muy
parecido a eso.
- ¿Cómo se sabe que Dios te dice “Ven” (de misiones)?
- Yo no tengo
vocación misionera, como tal, porque la Iglesia, a través de mis superiores no
me ha enviado a la misión. El Señor se vale de la Iglesia para mostrar el
camino que tiene preparado para nosotros… yo estoy abierto a lo que la Iglesia
me pide, porque sé que haciendo lo que la Iglesia me encarga, no hago mi voluntad
sino la de Dios. Si hace 15 años me hubieran dicho que yo iba a estar encargado
y enviado a lo que ahora me dedico… ¡me hubiera partido de risa!
» Un
sacerdote no está para hacer lo que le gusta o divierte, aunque lo disfrace con
‘es lo que Dios quiere para mí’. Yo me ordené, como todos los sacerdotes para
servir a la Iglesia y no para servirme de ella. Llevo un tiempo diciendo que yo
soy sacerdote para servir a Dios y para que la Iglesia se sirva de mí.
- Durante bastante tiempo trabajó como responsable del Consejo de
Misiones de Madrid y después don Anastasio Gil, el anterior director de Obras
Misionales Pontificias, le llamó a su lado. ¿Qué ha aprendido de don Anastasio?
- A don Anastasio
le conocía de hace muchos años. Antes de que él fuera director de las Obras
Misionales Pontificias. Cuando don Antonio Mª Rouco me pidió que aceptara ser
el delegado de misiones de Madrid, pasé a ser también director diocesano de las
OMP, y así comencé a trabajar con don Anastasio, pero a nivel diocesano.
»
Recuerdo muy bien, que la primera vez que hablé con don Anastasio me dijo…
‘José María, ahora yo soy tu jefe’ y me sentó muy mal. Conocía a don Anastasio
y reconozco que me daba un poco de miedo trabajar con él, porque tanto él como
yo somos personas de carácter fuerte, y pensé que iban a saltar chispas. Esto
era el año 2007, y Anastasio murió en 2018, casi once años colaborando con él…
y no dejo de dar gracias a Dios por haber conocido un Anastasio Gil entregado,
trabajador. Me mostró que, tras esa apariencia de duro, era un hombre sencillo
y comprensivo. Creo que nunca me dijo ni una palabra más alta que la otra y
siempre me escuchó con un inmenso respeto.
» Era
segoviano y por lo tanto parco en las formas, no muy expresivo en afectos, pero
era un hombre que amaba la misión que se le había encomendado y mostraba
siempre una gran capacidad de empatía.
»
¿Qué he aprendido yo de él? Cuando me hicieron delegado de misiones de Madrid
yo no sabía nada de misiones… lo que yo sé hoy… ¡me lo ha enseñado él! El Señor
se lo llevó un 7 de septiembre de 2018, y yo perdí a mi jefe, pero, sobre todo,
perdí a un maestro y a un gran amigo… por el que doy gracias a Dios cada día.
- Actualmente es el director de Obras Misionales Pontificias en
España: ¿en qué consiste este trabajo?
- Las Obras
Misionales Pontificias son ‘la red mundial que, en nombre del Papa, sostiene a
la misión y a las jóvenes Iglesias con la oración y la caridad’. Por lo tanto,
mi función en España es ayudar, en nombre del Papa, a que los cristianos que
vivimos en este gran país, no nos olvidemos nunca que la Iglesia es católica,
universal y que todos debemos sentir la responsabilidad de que todos los
hombres han sido llamados por Dios a participar de su vida y de su amor.
» Las
OMP nos hacen sentir que la misión no es de quienes se van a algún país de África
o Asia, sino de todos los bautizados, sintiendo la necesidad de rezar, de
ofrecer nuestras renuncias y de apoyar materialmente a que a todos los hombres
llegue la Palabra de Dios, la vida sobrenatural que dan los sacramentos, la
experiencia de la salvación que se tiene cuando uno es amigo de Dios.
- Miembro de la Congregación para la Evangelización de los
Pueblos. ¿Qué pensó cuando el Papa le nombró para este cargo?
- ¿Puedo decir lo
que de verdad pensé?... ¡Que es una locura! ¡Qué mal se tiene que ver la
Iglesia para fijarse en mí!… Evidentemente luego recapacité y me di cuenta que
no era a mí a quien la Iglesia había mirado, sino a la Iglesia que peregrina en
España, al amor a las misiones y a los misioneros de los cristianos que vivimos
nuestra fe en nuestra patria, y me tocó a mí, como director de las Obras
Pontificias, representaros a todos vosotros.
- ¿En qué van a consistir sus nuevas responsabilidades? ¿Le ilusionan?
¿Asustan?
- No lo tengo muy
claro, si os digo la verdad. Tendré reuniones, asambleas en Roma y seguramente
se nos pedirá opinión e informes sobre temas misioneros, pero no tengo mucha
seguridad.
» ¿Me
ilusiona? Yo he aprendido que a un sacerdote no le tienen que pedir que haga lo
que le ilusione, sino que debe aprender a ilusionarse con lo que le
encomiendan. Y eso me pasó siempre: he puesto, a lo largo de mis 31 años de
sacerdote, el corazón en lo que la Iglesia me ha encomendado ¡y he sido feliz!
» ¿Me
asusta? Quizás debería asustarme, por eso no pienso demasiado en ello. Pero lo
que sí puedo decir es que nunca me ha asustado el trabajo… creo que soy una
mula de carga, que trabajo con entusiasmo y que, si no tengo trabajo, termino
inventándomelo yo, porque no sé estar sin trabajar.
- El mundo sigue necesitando misioneros, y parece que los antiguos
países cristianos son ahora los más necesitados de evangelización. ¿Esto es
así?
- ¿Cuándo no han
hecho falta misioneros? Uno recorre la historia de la Iglesia y descubre
personas y congregaciones que el Señor ha ido haciendo presente que han sido
siempre una gran llamada a la renovación y a la conversión: san Francisco, san
Antonio María Claret, santa Teresa de Jesús, san Ignacio, santa Luisa de
Marillac…. ¿qué se yo? Todos los santos han sido grandes evangelizadores de su
tiempo y de los lugares donde el Señor les ha enviado.
»
Pero lo que es importante es que, por las necesidades que podamos tener en
nuestras tierras, nos olvidemos de que la mitad de la población mundial no
conoce a Cristo. No podemos refugiarnos en nuestra necesidad para no ver las
necesidades de los demás. Dios es más generoso de lo que nosotros podemos
serlo. Las periferias de las que habla el Santo Padre son, sin duda, esos
territorios donde la Iglesia todavía no tiene una presencia real y organizada.
Olvidarnos de esto es perder la naturaleza de nuestra Iglesia y de nuestra fe,
que es la universalidad.
- ¿Las vocaciones nativas van cubriendo las de los misioneros? ¿La
falta de vocaciones misioneras se va cubriendo de alguna forma en los países de
misión?
- Sin duda hay que
dar gracias a Dios por las vocaciones que surgen en aquellos territorios donde
los misioneros están trabajando. Y eso ayuda a que nuestros misioneros puedan
acudir a nuevos lugares donde todavía no se ha llegado. Y es también cierto
que, en muchas comunidades, los misioneros que atienden provienen ya de países
que todavía están en su primera evangelización, pero nunca llegan a suplir las
necesidades reales de la evangelización. Sigue siendo fundamental la invitación
a nuestros jóvenes cristianos a plantearse la vocación misionera.
- ¿Qué le dice Dios en la oración? ¿Le dice algo especial ante la nueva
misión que le pide en la Iglesia?
- Dios me dice que
me fíe de Él. Que no ponga mi esperanza en mí mismo, que no crea que lo que
estoy haciendo es mérito mío y por mis capacidades o virtudes. Jesús me dice
que no me ha elegido por mis capacidades, sino que me ha dado Él las
capacidades que necesito para poder hacer lo que Él espera de mí. Y yo os pido
a los que leéis esto, lo que Madre Teresa de Calcuta decía: ‘Pray that I may
not spoil what the Lord wants!!!’ (Rezad para que no estropee yo, lo que el
Señor quiere hacer).
- ¿Puede recomendarnos algún libro?
- Sin duda un
libro, ya añejo, pero que me ayudó mucho en su momento fue el libro que recoge
los ejercicios espirituales que Mons. Van Thuan predicó al Santo Padre Juan Pablo II
el año 2000: ‘Testigo de Esperanza’.
» Y
por poner un libro de la Madre Teresa, diría que a para ver hasta dónde se
puede llegar en vivir las Bienaventuranzas, es muy bueno “Donde hay amor, está Dios”, escrita por el P. Brian
Kolodiejchuk.
- ¿Y una canción que nos anime a la misión?
- Esto ya me
cuesta más. Pero puedo decir que rezo y me emociono con una canción que muchos
conocen: ‘Yo quiero ser tu servidor’ de Félix del
Valle.
Fuente: ReL