18 de octubre Jornada Mundial de las Misiones, en España conocida como
Domund se celebra con el lema "Misioneros de la misericordia"
Se
acerca la fecha del 50 aniversario de la aprobación del decreto Ad gentes
por la práctica totalidad de los Padres conciliares el 7 de diciembre de 1965.
Al referirse a las Obras Misionales Pontificias, dejaron constancia de
que, en la Iglesia, “estas Obras deben ocupar el primer lugar, ya que son los
medios de infundir en los católicos, desde la infancia, el sentido
verdaderamente universal y misionero, y de recoger eficazmente los subsidios
para bien de todas las misiones, según las necesidades de cada una” (AG 38).
Su prioridad deriva de que son uno de sus principales instrumentos para educar al Pueblo de Dios en el auténtico espíritu misionero universal, para promover las vocaciones misioneras y para desarrollar de manera permanente la caridad en su doble dimensión, espiritual y material.
Desde
que Pío XI las instituyó como Pontificias, el 3 de mayo de 1922, estas
Obras no han hecho otra cosa. Por un lado, infundir en los fieles, desde
la más tierna edad, este espíritu misionero, para salir al paso del otro,
e invitarle al encuentro con la bondad y la ternura de Dios (cf. Francisco,
Misericordiae vultus [MV], 5), teniendo en cuenta todas sus condiciones, sus
debilidades, sus necesidades (cf. MV 4). Como siempre, también ahora esta tarea
sigue siendo el mayor desafío para la Iglesia. Por otro, invitar a aquellas
personas que se encuentran alejadas de Dios a acercarse a Él con
confianza, porque en Él todo habla de misericordia (cf. MV 8, 19 y 22). También,
fomentar en los fieles el compromiso del amor con los más necesitados,
llevando a la práctica las exigencias de las obras de misericordia (cf. MV 15),
lo que implica salir al encuentro de aquellos hermanos y hermanas que viven sin
la fuerza, la luz y el consuelo de Jesucristo, sin una comunidad de fe que los
acoja, sin un horizonte de sentido y de vida (cf. Evangelii gaudium [EG], 49).
Y, finalmente, atender, con criterios de ecuanimidad, las necesidades
de las Iglesias jóvenes y a las comunidades cristianas que carecen de lo
necesario para vivir con dignidad. Para ello funciona, en el seno de cada una de
las Obras, el Fondo Universal de Solidaridad, que hace visible la
solicitud entre todas las Iglesias, a modo de “vasos
comunicantes”.
Sin
embargo, la más elocuente y significativa cooperación entre las Iglesias
es la protagonizada por los misioneros y misioneras, que viven la
experiencia de salir de su tierra para ir a otras fronteras. Ellos son los
testigos privilegiados de la misericordia divina que, en la Iglesia “en
salida”, saben adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro,
buscar a los lejanos e ir a los cruces de los caminos para mostrarles a Dios
(cf. EG 24). Los misioneros hicieron de la misericordia su opción de vida (cf.
MV 24), al abrir su corazón a cuantos viven, alejados de la fe, en las
periferias geográficas y existenciales, dramáticamente creadas por el mundo
moderno (MV 15). Allí su misión no es otra que la de acompañar con misericordia
y paciencia el crecimiento integral de las personas, compartiendo con ellas, día
a día, el recorrido de su existencia y la consolidación de las comunidades
cristianas nacientes.
Por
todo ello, la celebración del DOMUND tiene un sentido de gratitud, por el don
de la fe recibida, y de compromiso para compartir con otros lo que gratuitamente
se ha recibido. De esta manera, el bautizado se transforma en “misionero
de la misericordia”.
Anastasio Gil, Director de
OMP
Tribuna misionera en la Revista Misioneros Tercer
Milenio