La llegada de Papa Francisco es una visita que muchos todavía esperan, justamente como un signo para la pacificación o por lo menos que podría detener a los más radicales
En el sitio de la Conferencia
Episcopal de la República Centroafricana hay un contador de tiempo que no se
detiene: las cifras indican los días, las horas y los minutos que faltan para
la visita de Papa Francisco, prevista para el 29 y 30 de noviembre próximos. Un
evento muy esperado y fuertemente deseado por el Pontífice en persona. Pero
comienzan a surgir algunas dudas sobre esta visita.
La causa son los desórdenes
que, entre septiembre y octubre, han provocado unos cuarenta muertos en la
capital del país, Bangui.
Enfrentamientos que la mayor parte de las
reconstrucciones atribuye (como muchos de los eventos de la guerra civil en
curso desde hace casi tres años) al enfrentamiento entre las fuerzas de la
ex-coalición rebelde Seleka (en gran parte constituida por mercenarios de Chad
y Sudán de religión islámica) y los grupos anti-balaka, descritos a menudo como
milicias auto-organizadas, compuestas en su mayoría por cristianos
centroafricanos.
Pero no es la fractura
religiosa, acaso creada por el conflicto y no motivo del mismo, lo que
desencadenó la violencia. Lo explican fuentes locales (que prefieren el
anonimato por razones de seguridad), con las que hemos hablado durante estos
días en los que la atmósfera parece volver paulatinamente a la realidad.
“La situación es compleja,
hay muchos intereses en juego», reconoce por ejemplo un religioso
centroafricano. Uno de los centros de los desórdenes, efectivamente, fue la
zona del Pk-5, transformada en estos meses en un refugio para muchos musulmanes
que huyen de la violencia. Pero también allí se verificó el homicidio (“una
provocación”, explican otras fuentes) de un joven conductor de un moto-taxi,
musulmán, y este hecho hizo que explotaran nuevamente las tensiones. Pero
hablar de enfrentamientos entre comunidades, explican quienes viven en ellas,
es un error, incluso porque en Pk-5 los moderados y los que quieren la paz son
como rehenes de un pequeño grupo de radicales”.
Las razones de las nuevas
tensiones son policial y ninguno de los actores de la crisis es ajeno a ellas:
ni siquiera las tropas de la misión de las Naciones Unidas (Minusca), que
acabaron bajo la lupa por la muerte de civiles durante una reciente incursión
justamente en la zona de Pk-5. Pero también las autoridades de transición,
guiadas por la presidenta Catherine Samba-Panza, son vistas con sospechas y han
sido acusadas de proceder lentamente para alcanzar desarme de las milicias: “De
esta manera, según muchos, están tratando de quedarse en el poder el mayor
tiempo posible”, indican desde el país.
Por su parte, Samba-Panza,
criticada por manifestantes en las calles, acusó a elementos vinculados con el
ex-presidente François Bozizé, a quien la Seleka derrocó en marzo de 2013. El
ex-jefe de Estado, desde su exilio en Uganda, negó cualquier participación,
pero, según explicaron a Vatican Insider, “entre los anti-balaka hay varias
facciones: algunos siguen siendo fieles a Bozizé, otros obedecen a sus jefes
locales, otros más son ex-militares del ejército que, por intereses personales,
no quieren volver a los propios regimientos. Muchos aprovechan la situación
para enriquecerse”. Es una parte de estos grupos la que, desconfiando de la voluntad
de las fuerzas internacionales de desarme, ha tratado de hacer justicia por su
cuenta, y solamente la ha frenado la intervención de los militares franceses de
la misión Sangaris.
Este, pues, es el clima a
pocas semanas de la llegada de Papa Francisco: una visita que muchos todavía
esperan, justamente como un signo para la pacificación o por lo menos que
podría detener a los más radicales. «Los centroafricanos -explicó a mediados de
septiembre el arzobispo de la capital, mons. Nzapalainga a «La Croix»- esperan
a su padre, espera recibir un mensaje de alegría de este pastor, y ver a este
hombre lleno de misericordia».
Hablando sobre la visita, el
prelado volvió a insistir, como ha hecho a lo largo de estos años, en que la
crisis no tiene raíces religiosas. Lo que el Papa podrá ver durante su viaje,
aseguró, es que en la República Centroafricana hay ¨personas que aman a Dios,
que se aman y que siguen trabajando juntas¨.
Fuente: Artículo originalmente publicado por Vatican Insider