Marlon es un joven peruano que
en su infancia vivió el abandono de su madre y la pobreza
Buscando a Dios pasó por varias sectas. La amistad con las misioneras le
hizo volver a Dios y ahora se plantea la vocación sacerdotal.
“Mi
nombre es Marlon Jordy Mena Gallo. Tengo 25 años y soy del Perú y ahora vivo en
Chile.
Mi niñez ha estado marcada
porque mi madre de abandonó y viví en la pobreza. Aun
viviendo una infancia tan difícil yo me sentía atraído por buscar a Dios le
buscaba para que no me afectara tanto ese triste entorno que vivía. Mi búsqueda
de Dios duró muchos años, y lamentablemente pasé por muchas sectas
religiosas de denominación cristiana, y llegué a ver a la
Iglesia Católica como una falsa Iglesia.
Pero en el transcurso de este cambio de sectas no hallaba la presencia de Dios. Abandoné esta búsqueda de Dios y con 17 años me centré en mi carrera profesional como técnico de gastronomía.
Pero en el transcurso de este cambio de sectas no hallaba la presencia de Dios. Abandoné esta búsqueda de Dios y con 17 años me centré en mi carrera profesional como técnico de gastronomía.
Y este cambió de vida vino
acompañado de malas costumbres que fueron deteriorando mi dignidad de persona.
Me abandoné en una vida plenamente mundana. Parecía una vida feliz, llena de
placeres y sin ninguna preocupación por lo bueno y lo malo. Este tipo de vida
me dio la oportunidad de ir al extranjero a ejercer mi profesión. Y así es como
fui a Chile a los 20 años, y allí conocí a las Misioneras Hermanas Mercedarias
de la Caridad en la Parroquia Corazón de María de Mejillones de Antofagasta.
Yo estaba decepcionado de las
sectas, por su charlatanería, y, en las misioneras vi todo lo
contrario, la sencillez y humildad de su trabajo y el cariño
con el que nos trataban sin charlatanerías. Entré a recibir las catequesis los
sacramentos de iniciación. Con 24 años y después de varios meses de formación,
recibí el Bautismo y al poco tiempo los sacramento de la Reconciliación, de
la Eucaristía y de la Confirmación.
La hermana Elsa, a
quien llamo “madrecita” con mucho cariño, me ha acompañado durante
todo este tiempo. Ha sido una ayuda muy importante, ella fue
alimentando esa fe que sentía morir en mi. Durante mucho
tiempo participé en las labores misioneras que realizaba junto a las otras
misioneras. Visitamos a los enfermos, participamos en cursos bíblicos,
teológicos y catequéticos. Acudíamos a las oraciones, retiros programados para
las comunidades, las eucaristías dominicales donde ayudaba como lector e
incluso como acólito o monaguillo.
Esta labor
misionera que realicé con la hermana ha contribuido
a centrar mi vida en el camino que sé que es el que Dios quiere
para mí. He escuchado la llamada del Señor a la vocación sacerdotal. En esta
etapa de discernimiento valoro mucho el acompañamiento de la “madrecita” que,
como a niño pequeño, me ayuda a dar mis primeros pasos.
Me doy cuenta que gracias a
la labor misionera que silenciosamente realiza la hermana Elsa es muy efectiva
porque en ella vemos vivo el Evangelio. Y gracias a eso yo he descubierto que
la presencia de Dios es más notable de lo que pensamos”.
Marlon Jordy Mena
Fuente: Obras Misionales Pontificias