Blanca Serres y David Guillen
son dos jóvenes de Tarragona que participaron en otros Encuentros Misioneros de
Jóvenes y ahora están como misioneros laicos en Honduras.
Desde la misión de Honduras nos han hecho llegar este
testimonio para compartir con todos los jóvenes participantes en el Encuentro
Misionero de Jóvenes 2015.
Hace 3 años, David y yo, tuvimos nuestra primera
experiencia de misión. Volamos junto a nuestros compañeros Oscar y Adelaida
rumbo a Honduras. Ni nosotros mismos conocíamos mucho sobre el lugar, pero
teníamos gran ilusión por conocer de cerca el trabajo que los misioneros
realizan allá. Gracias a la Delegación de Jóvenes de Tarragona, nos encontramos
cara a cara con esta oportunidad de vivir la Misión.
Tanto David como yo misma, lo encontrabamos una opción
remota. Nunca nos habíamos planteado llevar a cabo algo así. Pensábamos que
quizás había gente más preparada que nosotros para hacerlo, o que debían
aprovecharlo personas que realmente tuvieran claro el proyecto. Yo pensaba que
no podía, ni debía, encontrar en otro sitio aquello que podía encontrar en mi
entorno. ¿Por qué girar la vista, y levantarla hacia otras realidades cuando en
mí día a día ya me encontraba con muchas penas, injusticias y desgracias?
Pero a veces, las cosas suceden y se nos presentan
ante nuestros ojos por algo. Así que decidimos arriesgarnos y probar que
experiencias nos regalaría este proyecto en la misión hondureña. No hace falta
que os explique cómo fue. Porque tres años después hemos decidido volver, y
quedarnos un año.
Algo paso allí, pero algo paso también en España, en
esos tres años para que tomáramos la decisión. Para nosotros la Misión ha
significado ser capaces de sentirnos responsables de todo el mundo. Sé que
parece una responsabilidad inabarcable pero ¡nadie dijo que fuera fácil ser
cristiano!!.
En Honduras nos encontrarnos frente a una realidad tan
impactante y extraordinaria que nos abrió los ojos y el corazón al sufrimiento
en el mundo. Nosotros descubrimos tras esta experiencia, que nuestra actitud
frente a la vida pasa por intentar identificarnos con el prójimo y con su
dolor, sentirnos hermanos en un sentido más amplio y entender que Dios nos legó
este mundo para protegerlo, respetarlo y amarlo en su totalidad. Por eso
creemos que es necesario que el hombre se sienta en sintonía con cada rincón del
mundo, con cada ser humano que es ultrajado o violentado, con el vulnerable,
con el que está solo, con el que no ha descubierto que para Dios es hijo
predilecto.
Cuando volvimos a España, recibimos el apoyo de la
Delegación de Misiones, de otros jóvenes, y también una cálida acogida en
nuestra parroquia. Llegamos con mucha fuerza, Honduras nos había puesto en
sintonía con lo que de verdad importa, y decidimos que esta fuerza debía
traducirse y reflejarse en nuestro trabajo en nuestra comunidad, la Parroquia
San Pedro y San Pablo de Tarragona. Y también decidimos que era importante no
dejar apagar esa luz y energía que nos había regalado la misión.
El Encuentro Nacional de Jóvenes del que hoy
participáis todos vosotros, nos pareció una magnifica propuesta para canalizar
todo lo que habíamos vivido. Y así fue, hemos conocido a gente entrañable y
entregada, y llevamos en el corazón cada uno de los testimonios que allí
escuchamos. Sentimos, en cada encuentro, que estábamos en comunión verdadera.
Compartimos mucho, aprendimos a exteriorizar nuestros sentimientos y emociones,
y fueron encuentros clave que ir descubriendo que Dios nos pedía un poco más.
Hace un año, David y yo sentimos que debíamos dedicar
algo más de tiempo a conocer mejor aquella realidad, y que quizás podríamos
apoyar en algunas tareas a los misioneros. También Oscar Millán, nuestro
compañero en aquella primera ocasión sintió que debía volver y seguir
reconociendo a Cristo en el rostro hondureño. El Obispo de la Diócesis de
Trujillo, Lluis Solé i Fa, ha sido para todos nuestro amigo y guía.
Tarraconense de nacimiento, lleva más de 43 años de servicio en Honduras, y
pronto cumplirá 10 años como obispo de esta diócesis en la que nos encontramos
ahora mismo. David ha focalizado su tarea aquí en el ambiente educativo a
través de su dedicación a la Escuela de Trujillo, y también en la Pastoral
Juvenil, espacios en los que es necesario mucho acompañamiento vocacional, así
como el impulso de valores básicos como el de la familia, el compromiso, la
responsabilidad, la autoestima, etc.
En mi caso, estoy colaborando con la Radio
Diocesana, un potente instrumento de educación, concienciación, y
evangelización para muchísimas comunidades rurales que viven completamente
ajenas a lo que pasa en el mundo por las particularidades del terreno y las
dificultades de acceso. Además, también estamos ayudando a impulsar una
Pastoral de la Salud eficiente y que pueda enriquecer las habilidades físicas y
sociales de los enfermos de aquí.
Honduras es un país inundado por la violencia en todos
los sentidos. Hay quien dice, que Honduras no es Irak, pero que podría serlo si
así quisiéramos contarlo. Poco se conoce la situación por la que pasa este
país, hay poco respeto por la vida en general, sus hombres y mujeres se han
acostumbrado a la violencia, al asesinato, al secuestro, a la extorsión. Honduras
es un país mula para el narcotráfico, y eso genera una violencia muy visual y
cifras muy escandalosas. Hablamos de un estado, que nunca ha tenido una
estructura de justicia, ni un sistema educativo, ni sanitario, ni de
comunicaciones que funcione correctamente. Hay una media del 70% de evasión
fiscal. Un estado incapaz de organizar la vida de sus ciudadanos hace que el
crimen tenga un campo abonado en el que crecer.
Por eso, cuando descubres la tarea que la Iglesia
tiene aquí, no puedes más que implicarte y remar desesperadamente en la
misma dirección para cambiar esta grave situación social. Los misioneros
empujan sin descanso, animan sin descanso, educan sin descanso en colaboración
fraterna con los equipos diocesanos, congregaciones, religiosos, religiosas y
laicos del país.
Los problemas de estos hermanos nuestros hondureños no
tan lejanos, y no deben serlo. Ser cristiano exige un compromiso, y el primer
paso es la conmoción ante lo que el hombre es capaz de hacer por odio o por
amor. David y yo estamos convencidos de que llegara el momento en que la
Civilización del Amor se imponga y este mundo sea más humano. Es nuestra
responsabilidad, y en el Encuentros Misioneros de Jóvenes 2014 en los que
participamos lo vimos claro, cuando una joven que participaba en el encuentro
dijo: “¿Si no vivo para servir, de que sirve mi vida?”
Blanca Serres y David Guillen
Jóvenes de Tarragona ahora en misión en Honduras
Jóvenes de Tarragona ahora en misión en Honduras