Casi un año después de «la tragedia de Chibok», un nuevo secuestro
masivo sacude Nigeria. En los últimos días, militantes de Boko Haram han raptado
a más de 400 mujeres y niños de la ciudad de Damasak, al noreste del país. El
incidente se ha dado a conocer ahora, después de que la ciudad fuera
liberada por soldados de Níger y Chad recientemente.
Pese a la creencia general, el secuestro como táctica militar por
parte del grupo rebelde es relativamente novedosa. En enero de 2012, el líder de
Boko Haram, Abubakar Shekau, amenazaba por primera vez con iniciar una serie de raptos contra
las esposas de los funcionarios del Gobierno, en castigo por la
encarcelación de familiares del grupo islamista (más de 100 mujeres relacionadas
con Boko Haram fueron entonces detenidas).
No obstante, el aumento de secuestros desde mediados de 2013 parece
marcar un cambio de estrategia por Boko Haram. De igual modo, pese a que muchas víctimas son capturadas de
forma arbitraria, la milicia parece apuntar a estudiantes y cristianas en
particular. En este sentido, la negativa a una conversión al Islam implicaría,
entre otros castigos, la participación forzosa en operaciones militares.
En un reciente estudio, («Those Terrible Weeks in Their Camp: Boko
Haram Violence against Women and Girls in Northeast Nigeria»), la organización
Human Rights Watch denunciaba cómo las mujeres y niñas secuestradas por el grupo
islamista Boko Haram son obligadas a casarse, convertirse al Islam, soportar
maltrato físico y psicológico, trabajos forzados, así como agresiones sexuales
durante su cautiverio. El informe se nutría de entrevistas con más de 46
testigos y víctimas en los estados nigerianos de Borno, Yobe y Adamawa. Entre ellas, jóvenes que escaparon
del archiconocido rapto de 276 niñas de una escuela de Chibok el pasado
mes de abril.
«La tragedia de Chibok y la campaña #BringBackOurGirls centraron la
tan necesaria atención mundial ante la horrenda vulnerabilidad de las niñas al
noreste de Nigeria», reconocía entonces Daniel Bekele, director para África de
HRW. «Ahora, el Gobierno de Nigeria y sus aliados deben intensificar sus
esfuerzos para poner fin a estos secuestros brutales», añadía.
A días de las elecciones
El nuevo secuestro (o al menos, su anuncio oficial) se produce a solo
tres días para las elecciones presidenciales; comicios que ya fueron aplazados,
precisamente, ante la
incapacidad de las Fuerzas Armadas para garantizar la seguridad durante el
proceso.
Entonces, quizá eufórico en exceso por los acontecimientos, Sambo
Dasuki, consejero en materia de seguridad del todavía mandatario, Goodluck
Jonathan, aseguró que para el 28 de marzo, fecha en la que se celebrarán las
votaciones (o al menos, así está previsto), el Ejército nigeriano habría
destruido la totalidad de los bastiones del grupo armado.
Ahora, es cierto, las cartas son algo diferentes.
En las últimas semanas, por ejemplo, Fuerzas de Chad y Níger han
iniciado una ofensiva definitoria contra Boko Haram, mientras el propio gobierno
nigeriano reconoce que empresas de seguridad privada de Rusia, Corea del Sur y
Sudáfrica se encuentran en el terreno para capacitar a sus tropas (no obstante,
pese a los desmentidos oficiales, diversas fuentes aseguran que la participación de mercenarios
extranjeros no se limitaría a meras labores de entrenamiento).
De igual modo, la Unión Africana ya ha aprobado la creación de una
fuerza internacional para frenar el avance del grupo yihadista. El contingente,
formado por soldados de cinco países (Nigeria, Camerún, Chad, Benín y Níger),
deberá ahora ser ratificado por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para
su despliegue en territorio africano.
Interés electoral
Sin embargo, también es cierto que, después de seis años de cruento
conflicto, más de 13.000 muertos a manos de los insurgentes y 3,3 millones de
desplazados internos, la pretensión de acabar con el grupo terrorista en apenas
unas semanas se presenta como una utopía desmesurada.
Aunque el interés no es solo militar: el aplazamiento electoral ha
beneficiado especialmente al presidente Jonathan, a quien permitió mayor margen
de maniobra: en febrero,
los sondeos le concedían un empate técnico con su principal rival, Muhammadu
Buhari, un antiguo dictador que ya ha prometido acabar con la acuciante
corrupción que sacude Nigeria. Y conforme se acerca el próximo día 28, cualquier
anuncio sobre la suerte de Abubakar Shekau, líder de Boko Haram, podría decantar
la balanza electoral a uno u otro lado.
Fuente: ABC