Charotich permaneció «rezando» hasta que las fuerzas de seguridad, junto
a uno de sus profesores, apelaron a que abandonara su escondite
La masacre que perpetró Al Shabab en una universidad
de Kenia, con un balance de 147 muertos, ha dejado a la comunidad cristiana
aterrada y en estado de alerta. Ayer se conocieron los testimonios de los
estudiantes que consiguieron zafarse de los terroristas. Según los jóvenes, los
terroristas separaban los alumnos musulmanes de los cristianos, para matar sólo
a estos últimos.
Al amparo de la reducida vigilancia con que contaba la
Universidad de Garissa, y las escasas medidas de prevención en un sitio que se
encuentra a tan sólo 160 kilómetros de la frontera entre Kenia y Somalia, el
grupo logró dar continuidad a una tendencia de ataques mortales, contra
«objetivos blandos», de alto perfil y resonancia mediática, llevados a cabo en
Kenia y centrados particularmente en cristianos.
Helen
–que presenció la masacre de sus compañeros de curso y sobrevivió tras diez
horas de horror– relató a la prensa cómo los terroristas les disparaban, uno a
uno, en la nuca, sólo después de haberles dado un sermón religioso.
Veinte hombres y veinte mujeres fueron
asesinados ante sus ojos, y Helen logró salvarse porque se cubrió el rostro con
la sangre de un amigo. Los terroristas la creyeron muerta. Otro estudiante
describió el infierno de disparos y explosiones que se vivió dentro de la
universidad. «Le pedían a cada uno que recitara el Corán, el que no podía
hacerlo, era asesinado de inmediato», explica el joven.
El pánico que ha generado el cruel ataque en la
universidad fue tan grande que la joven Cynthia Charotich, de 19 años de edad,
pasó dos días escondida dentro de un armario del Campus, cubierta por prendas
de ropa. De allí, los terroristas sacaron por la fuerza a algunos de sus
compañeros, para asesinarlos.
Cynthia fue hallada por soldados kenianos, que
debieron traer a un profesor de la universidad para que la convenciera de no
eran extremistas que venían a matarla, sino compatriotas que intentaban
rescatarla. Charotich, cristiana, permaneció
«rezando a mi Dios» hasta que las fuerzas de
seguridad, junto a uno de sus profesores, apelaron a que abandonara de una vez
el armario. Ahora, en el hospital, se
restablece del encierro y las heridas.
Hasta el momento, casi todos los detenidos por la
masacre en la universidad son kenianos de origen somalí. Somalia ya no es un
refugio seguro para los terroristas de Al Shabab, que ya ha amenazado con que
ninguna medida de seguridad será suficiente y prometen «otro baño de sangre».
El gobierno keniano se enfrenta ahora a una serie de
graves problemas, desde la inseguridad y el terror a los que está sometida la
población cristiana y buena parte de la musulmana.
Además, este brutal ataque ha servido también para demostrar
la capacidad de recuperación de la organización terrorista Al Shabab, a pesar
de los esfuerzos internacionales realizados desde Somalia para detener su
avance, que comenzaban a dar frutos.
«Otro baño de sangre»
El año pasado, el grupo perdió el dominio de una
cantidad significativa del territorio de Somalia y fueron asesinados varios de
sus líderes de alto nivel. La baja más reciente fue la de Adan Garaar, presunto
cabecilla del atentado en el centro comercial de Westgate, que resultó muerto
en un ataque aéreo estadounidense en el sur de Somalia. Además, ha habido una
serie de deserciones dentro del grupo, y las Fuerzas de Seguridad kenianas
desbarataron una red de reclutamiento en ese país.
En este momento existe una gran división en la
sociedad keniana, pero también dentro de la comunidad musulmana, donde una
parte se ha radicalizado en los últimos años incluso se han unido a Al Shabab u
otros grupos armados. Además, la policía sospecha que los atacantes recibieron
ayuda de ciudadanos kenianos, lo cual aumenta la presión y las suspicacias
hacia los musulmanes, que representan alrededor del 10 por ciento de los 44
millones de habitantes de Kenia.
Los más afectados resultan ser quienes provienen de
Somalia, y la Policía ya ha tomado contra ellos fuertes medidas, tales como
requisas y arrestos masivos, que sólo contribuyen a aumentar el sentimiento de
frustración y opresión entre los musulmanes y, en muchos casos, su acercamiento
a agrupaciones terroristas.
Fuente: La Razón