Presentación
de la Jornada de Vocaciones nativas y Jornada Mundial de Oración por las
vocaciones que se celebran conjuntamente el 17 de abril de 2016
En el domingo
“del Buen Pastor”, la Iglesia universal intensifica su oración por las
vocaciones. Con alegría contemplamos que en los territorios de misión Dios
suscita numerosas vocaciones como fruto de la palabra sembrada con esfuerzo por
los misioneros y misioneras. Son la muestra que el Evangelio ha arraigado en
una cultura y representa el futuro de esa Iglesia local.
La vocación,
don de la misericordia de Dios
Jesús, al
sentir compasión por la multitud de quienes le seguían como ovejas sin pastor,
pide a los apóstoles que rueguen “al Señor de la mies que mande trabajadores a
su mies” (Mt 9,38). De aquella mirada compasiva de amor brotaba la invitación a
los discípulos a la oración por las vocaciones y al compromiso de salir al
encuentro de las ovejas perdidas de Israel. Los había llamado para estar con Él
y para anunciar la llegada del Reino. Es Dios quien toma la iniciativa en el
envío a la misión, como un acto de su misericordia, pero pide una oración
perseverante y confiada por las vocaciones; oración que no se puede separar de
la necesidad de ayudarlas en el proceso de su formación, al servicio de la
Iglesia universal.
El descenso
de vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada en nuestras Iglesias
contrasta con el número creciente de jóvenes en las comunidades cristianas de
reciente implantación. La vocación es un don de Dios, que Él distribuye
conforme a su misericordia y benevolencia. Su nacimiento no se ajusta a
estadísticas. Las vocaciones son fruto del amor del Señor y de la generosa
respuesta de los llamados, en el seno de una comunidad eclesial y familiar
donde sea propicia la escucha y la respuesta. Los Hechos de los Apóstoles
desvelan cómo brotaban las vocaciones en circunstancias providenciales, incluso
dolorosas (cf. 8, 1-4).
Vocaciones
nativas y vocaciones ad gentes
Las numerosas
vocaciones en los territorios de misión son un claro indicador de cómo estas
nacen cuando las comunidades cristianas tienen vibración de fe y compromiso
evangelizador. Su origen está en el dinamismo de la actividad misionera. En
estas comunidades pequeñas y pobres siguen apareciendo jóvenes cuya mirada se
ha cruzado con la de Jesús; chicos y chicas que han sentido con Él la
“com-pasión” por su pueblo. Son vocaciones surgidas como respuesta a la labor
de los misioneros y misioneras y abiertas al gozo de trabajar en comunión con
los sacerdotes y obispos locales, en el convencimiento de que “la causa común
del Reino de Dios asocia íntimamente una y otra milicia de los mensajeros
evangélicos para una colaboración siempre necesaria e indudablemente fructuosa”
(Pablo VI, Mensaje para el DOMUND 1973).
Jesús sigue
mirando con pasión a aquellos a quienes quiere asociar a su actividad
misionera, de servicio, de entrega. Destaca, por su radicalidad, “la vocación
especial de los misioneros ad vitam”, que “conserva toda su validez: representa
el paradigma del compromiso misionero de la Iglesia, que siempre necesita
donaciones radicales y totales, impulsos nuevos y valientes” (RM 66). Es la
hora de descubrir cómo en ámbitos aparentemente inhóspitos Dios hace brotar
estas muestras de amor y de ternura para con su pueblo. Es el momento de los
testigos que muestran el rostro de Dios misericordia
Es el tiempo,
asimismo, de cooperar económicamente para garantizar una sólida formación entre
los llamados. Hay que atender con urgencia y solicitud a los sectores
específicos de las vocaciones nacientes en la Iglesia universal, pero de manera
particular en los territorios de misión. Por una parte, está el sostenimiento
de los formadores y profesores de noviciados y seminarios, de quienes depende
la maduración y discernimiento de esas vocaciones y que, desgraciadamente,
carecen de recursos para dedicar su vida a esta tarea de formación. Ellos, con
humildad, están dispuestos a ofrecer la misa por las intenciones de los
donantes que, con sus limosnas, les ayudan a un justo sostenimiento. Por otra
parte, en estos ámbitos de misión Dios también suscita monasterios de vida
contemplativa, de mujeres y varones; monasterios que carecen de recursos para
su sostenimiento. Desde aquí se les puede echar una mano, para que cada una de
estas vocaciones pueda crecer y desarrollarse, como el grano de mostaza.
Anastasio Gil García
Director de OMP en España
Director de OMP en España
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