Los jóvenes Blanca Serres y Javier López-Frías y
los misioneros Jesús Calero y Dara O’Brien ponen de manifiesto que el futuro de
la misión en nuestro país está garantizado
Los
cuatro participaron en el Encuentro Misionero de Jóvenes que se celebró el
pasado fin de semana en Madrid.
A
Blanca Serres, joven de la diócesis de Tarragona, la misión la atrapó un verano
en Honduras. Nunca se lo había planteado; fue un sacerdote amigo quien se lo
propuso. «Me dio una gran oportunidad», reconoce. Hoy se plantea dedicar su
vida entera a la misión después de aquel primer verano y de otra experiencia de
un año y dos meses, también en Honduras, cuatro años más tarde.
Pidió
una excedencia en el trabajo y se marchó desde octubre de 2014 a diciembre de
2015. «El balance fue muy positivo. Se me hizo corto, hubiese querido estar más
tiempo. Es entonces cuando aparecen las preguntas: ¿Por qué me interroga tanto?
¿Por qué tengo que dedicarle más tiempo?». El gusanillo está, también
el discernimiento, porque, afirma, para un laico es mucho más difícil irse a la
misión y «da un poco más de vértigo». Para Blanca son preguntas recurrentes.
Eso sí, aunque ahora está en Tarragona, no deja de estar vinculada a la misión,
pues sigue colaborando con proyecto en lugares donde hay misioneros.
Lo
que movió a Javier López-Frías Ramos, estudiante de 5º de Arquitectura en
Granada, fue la «envidia sana» de otros compañeros que iban a tener una
experiencia misionera. El destino era Bellavista, un pequeño pueblo de la selva
boliviana con la Fundación Ahoringa Vuelcapeta, nacida precisamente en el seno
de la pastoral universitaria.
Javier
afronta este verano su quinto viaje a Bolivia, pocos meses después de su última
estancia, la pasada Navidad. «Lo que más me sorprendió fue la capacidad de los
jóvenes de allí para confiar en una persona que apenas conocían, para contarme
sus problemas de familia, violencia, alcohol… Mi presencia allí les ofreció una
esperanza. Y esto es lo que me traigo a Granada, porque los jóvenes tienen los
mismos problemas y yo también puedo ser un apoyo. Si Dios me lo regaló en
Bolivia, por qué no aquí», explica.
Además,
aprendió la sencillez con la que viven allí, «la material y la del corazón», y
su disponibilidad para estar cerca y para propiciar un encuentro entre las
personas.
Tanto
Blanca como Javier son dos de los exponentes del presente y futuro de la misión
en nuestro país, jóvenes bien formados y preparados para salir a otros lugares.
De ello se han encargado tanto en la diócesis de Tarragona como en la Fundación
Ahoringa Vuelcapeta, pues antes de partir a la misión tienen un exigente
período de formación. «Desde la delegación de Jóvenes nos dejaron claro que no
íbamos a solucionar nada. Existe, a veces, la tentación de vernos como
superhéroes y eso no funciona. Cuando alguien va con un objetivo concreto,
probablemente no aproveche la experiencia. En mi primera experiencia fuimos muy
abiertos, a ver qué nos iba diciendo Honduras, la gente, la experiencia…»,
explica Blanca.
Encuentro Misionero de
Jóvenes
Uno
de los momentos más importantes en el año para los jóvenes que se deciden a
participar en una experiencia misionera es el Encuentro Misionero de Jóvenes
que organiza Obras Misionales Pontificias y que se celebró el fin de semana
pasado en El Escorial. Allí estuvieron Javier y Blanca, con más de 150 jóvenes,
y también algunos referentes misioneros como Jesús Calero, javeriano, o Dara
O’Brien, del Verbum Dei.
Jesús
sigue siendo joven (35), aunque ya misionero. Siempre quiso ser sacerdote; al
menos, desde los 11 años. Pasó por el seminario menor, luego por el mayor hasta
que se topó con los misioneros javerianos. Ahí se despertó su vocación
misionera y tiempo después ya estaba en Camerún para aprender francés y luego
en Chad, donde ha trabajado durante ocho años, pues ahora está formándose en el
Pontificio Instituto de Estudios Árabes e Islámicos.
Fue
en Chad donde le cambió la vida, donde trabajó con jóvenes, en el catecumenado,
en la acción social, fue párroco de una gran zona y se encargó de liderar el
diálogo interreligioso con la mayoría musulmana. Por eso, invitó a los jóvenes
del encuentro a venderlo todo y a lanzarse a la misión. «En Chad, por ejemplo,
necesitamos mucha mano de obra, porque con un mínimo que propones la gente
responde», explicó a Alfa y Omega. La Misa dominical reúne a 2.500 personas,
además de los encuentros que durante la semana cada grupo tiene. «Y la amenaza
del terrorismo de Boko Haram (de hecho, tenemos seguridad en las celebraciones)
no les echa para atrás», concluye.
El
caso del irlandés Dara O’Brien es muy particular, pues fueron misioneros
españoles del Verbum Dei en Dublín los que suscitaron en él su vocación al
sacerdocio dentro de esta congregación. Cuando sintió la llamada, Dara ejercía
como médico, pero veía cómo a la gente le faltaba el amor de Dios. Se encontró con
suicidios, depresiones, alcohol de jóvenes que buscaban «escapar de este
mundo». «Entonces me pregunté si quería seguir dando antibióticos o curar la
falta de sentido y de amor de tanta gente. Y por suerte conocí a un grupo de
misioneros españoles», explica.
Tras
la formación en nuestro país, llevó a cabo su ministerio en San Francisco,
Dublín y España. La tarea misionera al uso se paró para él cuando le
diagnostican esclerosis múltiple hace casi 20 años. Ahora vive en el centro de
esclerosis múltiple Alicia Koplowitz en Madrid. Ya no puede presidir la
Eucaristía, solo concelebra, pues le falla la memoria y apenas puede leer, pero
tiene claro lo que le toca: «Mi papel misionero lo hago ahora tomando café,
hablando…». Dara tiene, además, un gran don para la música. Ha sido una de sus
pasiones. Es el autor de la conocida canción Cristo vive. Anúncialo.
Hoy,
desde su silla de ruedas tiene un mensaje para todos los jóvenes, especialmente
para aquellos que se plantean la misión como una vocación: «Todos buscamos amor
y vida. Si uno empieza a seguir a Cristo, se lleva una gran sorpresa: hay vida
y amor. Al menos, así lo he experimentado en mi vida. Yo soy feliz a pesar de
la cruz, pero hay muchos que no lo son. Por eso hace falta levantar la voz para
cambiar corazones».
Blanca
y Javier, Dara y Jesús, futuro y presente de la contribución misionera de
España a la Iglesia universal. Jóvenes y no tanto que, a diferencia del joven
rico del Evangelio, lo venden todo cada día por Jesús y por los hermanos sin
importar las dificultades y las limitaciones. Hay cantera.
Fran
Otero
Fuente:
Alfa y Omega