Juan
José Aguirre salió ileso del ataque, que ha provocado varias decenas de muertos
Ocurrió
el domingo 14 de mayo por la tarde. El obispo de Bangassou, el
comboniano español Juan José Aguirre, salía de la mezquita del barrio
musulmán de Tokoyo, donde había negociado el traslado de cerca de mil
aterrorizadas personas que se habían refugiado en su interior a la misión
católica.
De
repente, varios de los milicianos que habían atacado la ciudad el día antes abrieron
fuego. Monseñor Aguirre resultó ileso, pero una persona que se encontraba a su
lado cayó muerto al instante antes de que cesaran los disparos.
Pido
disculpas de antemano, porque estas líneas las tenía que escribir el propio
obispo, pero por lo que puedo seguir todos los días, sé que ahora mismo no
tendrá tiempo porque lleva desde el sábado pasado sin tiempo ni para
dormir intentando salvar vidas, y además las comunicaciones están cortadas
desde el día 14.
El
infierno descendió sobre Bangassou, una ciudad situada a 700 kilómetros al Este
de Bangui, durante la madrugada del sábado 13, cuando unos 600 jóvenes
bien armados atacaron la base de Naciones Unidas, cerca del aeródromo, y los
barrios habitados por musulmanes.
En
el momento de escribir estas líneas aún no se conoce el número total de
víctimas mortales porque la Cruz Roja no ha sido capaz de circular libremente,
pero es muy probable que los muertos se cuenten por docenas. Algo mas de 3.000
habitantes de Bangassou han cruzado el rio para refugiarse en la vecina
República Democrática del Congo. Un casco azul marroquí resulto muerto, y otro
herido de gravedad.
Hacía
varias semanas que la tragedia se venía gestando en los pueblos de los
alrededores. La ciudad de Bangassou, desde finales de 2013, ha sido uno de los
poquísimos lugares de la República Centroafricana que ha estado libre de la
presión de los grupos armados, tanto los Selekas (de mayoría musulmana)
como los anti-balaka.
La
diócesis tuvo la sensatez de ponerse de acuerdo con la comunidad musulmana para
poner en marcha un comité de mediación -presidido por el sacerdote que dirige Cáritas- que ha desactivado tensiones antes de que los conflictos locales se
desbordaran.
Pero
las cosas empezaron a torcerse cuando la guerra que enfrenta actualmente a dos
facciones de la Seleka: el UPC, de mayoría Peulh, y el FPRC, que agrupa a
musulmanes de origen árabe junto con Gulas y Rungas del Noreste, que desde
tiempo inmemorial no pueden ni ver a los Peulhs, se trasladó más al sur del país. El FPRC ha hecho una alianza de conveniencia con los antibalakas y desde
octubre del año pasado ha habido batallas con cientos de muertos en el centro
del país, donde hay importantes comunidades Peulh y la paranoia se ha extendido
por todas partes.
Ya
el pasado 9 de mayo hubo un ataque de los antibalakas contra la
ciudad de Alindao, que dejó 130 muertos. Al mismo tiempo, en muchos pueblos
cercanos a Bangassou empezaban a formarse grupos de jóvenes que recibieron
armas y entrenamiento. En un blog anterior conté como hace algo más de una
semana atacaron un convoy de la MINUSCA, la misión de mantenimiento de la paz
de la ONU, y tras matar a un casco azul marroquí secuestraron a cuatro más
(tres camboyanos y otro marroquí), todos los cuales fueron asesinados
cruelmente en sus bases.
Este
grupo se niega a ser identificado con los anti-balaka y prefiere que se les
llame "grupo de autodefensa". Cuando asaltaron Bangassou, el
sábado pasado, fueron directamente a matar el mayor número de musulmanes en sus
casas, demostrando cuál es su verdadera agenda.
El
sábado pude hablar por teléfono con monseñor Aguirre, que me transmitió la
indignación de la gente ante la falta de acción de los soldados marroquíes de
la MINUSCA, que no tomaron las disposiciones necesarias para defender la ciudad
de un ataque que hacía varios días se veía como inminente. Me contó también que en
la catedral tenían refugiadas a 1500 personas, más otras 500 en el hospital.
Pero lo que más le preocupaba era la suerte de 1000 musulmanes refugiados
en la mezquita, que estaba rodeada de los furiosos milicianos, y en la que
había numerosas personas heridas.
Tras
pasar buena parte del sábado intentando calmar los ánimos y evitar una masacre,
al día siguiente llego el Cardenal Nzapalainga (natural de la región)
que venía de otra misión de paz en localidades del norte de la diócesis. Ambos
religiosos consiguieron de los milicianos un acuerdo para dejar salir a
los musulmanes hacia la misión católica.
Fue
entonces cuando, inesperadamente, dispararon a monseñor Aguirre. No todo está
claro sobre lo que sucedió después, porque las comunicaciones estaban cortadas,
pero pocas horas después llegaron los cascos azules portugueses, que lograron
asegurar la mezquita. Ayer lunes 15, tras mas arduas negociaciones por parte
del Cardenal y del obispo de Bangassou, todos los musulmanes fueron
trasladados al seminario menor de la diócesis, bajo escolta de los portugueses.
Mientras
tanto, parece que los milicianos han aceptado retirarse de la ciudad y
la situación empieza a calmarse. Sin embargo, surgen nuevos temores de otros
ataques a ciudades más al Este, donde hay importantes colonias de musulmanes.
También podría ocurrir que el UPC y el FPRC se acercaran más a Bangassou,
creando las condiciones para un conflicto a mucha mayor escala. Mientras tanto,
la Iglesia Católica en Bangassou sigue utilizando las únicas armas que tiene: las
de la palabra, el perdón, y la caridad hacia todos sin distinción.
Fuente: Religión Digital