Historias de convivencia entre cristianos y musulmanes. Viaje al norte del
país, amenazado por Boko Haram, en donde se trabaja con gran compromiso para
reforzar las buenas relaciones entre los fieles
El padre Giuseppe frente a la Casa del encuentro |
Aquí,
mientras los terroristas de Boko Haram hacen incursiones para sembrar la
muerte, la destrucción y gran dolor, otros apasionadamente trabajan para
reforzar la cohesión social y pacientemente sostienen e impulsan las buenas
relaciones entre cristianos y musulmanes, creyendo firmemente en la sabiduría
del diálogo, ese hablarse y escucharse (con seriedad, benevolencia, respeto y
lealtad) que es tan diferente de la gritería que no concluye nada y de la
exhibición arrogante de las propias ideas.
Nos
encontramos en el norte de Camerún, en la ciudad de Maroua (de 350 mil
habitantes), en donde vide el padre Giuseppe Parietti, de 68 años y misionero
del PIME. Llegó hace 40 años al país africano, después de haber estudiado en el
Pisai (Pontificio Instituto de Estudios Árabes y de Islamística) y de haber
comenzado a estudiar el “fulfulde” la lengua más difundida en el norte de
Camerún, en donde los musulmanes tienen una neta consistencia, a diferencia de
lo que sucede en el sur del país, que tiene una mayoría cristiana (alrededor
del 60%).
Todos hermanos
Después
de haber prestado sus servicios en la misión de Guidiguis, el padre Giuseppe ha
guiado una parroquia a 60 kilómetros de Maroua, en el distrito de Peté, pero en
los últimos años la zona se ha vuelto demasiado peligrosa debido a la presencia
de Boko Haram. Por razones de seguridad, siguiendo la invitación de las
autoridades, el obispo local lo mandó, en 2015, a la recién nacida parroquia de
Meskine, en la periferia de Maroua. Los católicos allí son alrededor de mil, en
una población de 10 mil habitantes.
El
padre Giuseppe se dedica a la actividad pastoral y tiene un cuidado especial
por el diálogo ecuménico, manteniendo estrechos contactos con ocho iglesias
protestantes de la zona, con las que organiza diferentes actividades durante el
año. También promueve sin descanso el diálogo interreligioso: «Desde que llegué
a Camerún he trabajado para construir relaciones serenas con los musulmanes»,
dice: «he querido conocerles y que me conocieran, vivir con ellos tratando de
ofrecer con sencillez mi testimonio de fe. Mi relación con las personas de
religión islámica siempre ha sido muy buena.
Como
cristiano, creo que todos los seres humanos son hijos de Dios y que forman
parte de la gran familia humana que Él quiso y ama: todos somos hermanos y
debemos aprender a conocernos, a respetarnos, a vivir juntos en paz.
Comprometernos en el diálogo interreligioso, para nosotros, los cristianos, no
significa poner entre paréntesis nuestra fe y la verdad de Dios, sino ofrecer
un testimonio genuino de Cristo y de su amor por cada criatura».
La
“Casa del encuentro”
Tanto
en el norte como en el resto del país, las relaciones entre los fieles de ambas
religiones (en la vida cotidiana) son generalmente buenas. En 2006, en Yaoundé
(la capital), fue fundada Acadir, la asociación camerunesa para el diálogo
interreligioso, compuesta por cristianos (católicos, protestantes y ortodoxos)
y musulmanes. El nacimiento de este organismo, afirma el padre Giuseppe,
constituye un gran paso para Camerún, «porque atestigua la confianza férrea en
el diálogo y la firme voluntad de recorrer la vía de la convivencia
pacífica».
En
2015, en Maroua, mientras Boko Haram llevaba a cabo sangrientos ataques, nació
la sección regional de Acadir, que se hizo inmediatamente de una sede, la Casa
del encuentro”, fuertemente deseada por el padre Giuseppe y por el padre
Antonio Juan Ayanz. Se ubica en un edificio construido recientemente e incluye,
además de las oficinas, una biblioteca con textos de las diferentes religiones
(a la que acceden estudiantes e investigadores) y una sala para los encuentros.
La
convivencia pacífica
En
poco tiempo, Acadir de Maroua se ha convertido en la sección más activa y viva
de las que existen en el país, gracias a las múltiples actividades que
organiza. «Nuestro objetivo –dice el misionero– es sostener y animar las buenas
relaciones entre los cristianos y los musulmanes, y formar a los jóvenes a la
pacífica convivencia, promoviendo el conocimiento y el respeto recíprocos,
factores esenciales para construir comunidades unidas y fraternales:
organizamos encuentros y conferencias, preparamos textos, vamos a hablar a las
escuelas, acogemos y seguimos a los estudiantes. Tratamos que se conozcan las
actividades de Acadir mediante las radios locales: deseamos que se involucre un
número cada vez mayor de personas para que las relaciones entre los cristianos
y los musulmanes se difundan y se consoliden».
Los
jóvenes son particularmente importantes para nosotros: la mayor parte de ellos
ahora puede estudiar porque el gobierno ha construido muchísimas escuelas, pero
el desempleo es una plaga social: por esta razón, en la “Casa del encuentro”
tratamos también de ayudarles a encontrar un trabajo que les permita vivir
dignamente. La presencia de Boko Haram ha hecho que esta obra sea mucho más
urgente en la actualidad, puesto que los terroristas tratan de enrolar a los
jóvenes desempleados más frágiles».
Boko
Haram
En
el norte de Camerún, la batalla en contra de Boko Haram todavía no se gana:
recientemente, gracias a la intervención decidida del estado, los atentados
(duramente condenados por toda la población) son menos frecuentes, pero todavía
sigue habiendo mucho miedo, subraya el padre Giuseppe: «Muchos terroristas se
han ocultado en algunas zonas cerca de la frontera con Nigeri, a donde es
peligrosísimo ir; otros han abandonado este grupo armado y se han convertido en
bandoleros: asaltan a los viajeros, saquean aldeas, matan a los
habitantes».
El
miembro musulmán de Acadir
En
Maroua, entre los miembros musulmanes de la dirección de Acadir está Abdouraman
Saidou, maestro de 30 años que cuenta: «En Camerún, y en Maroua en particular,
las relaciones entre cristianos y musulmanes son muy buenas. A pesar de algunas
incomprensiones, formas de desconfianza y de prejuicio relacionadas con la
ignorancia de las verdaderas enseñanzas de las dos religiones, desde hace
tiempo vivimos en armonía, respetándonos los unos a los otros, animados por un
espíritu de solidaridad. Tengo muchos amigos cristianos con los que estoy muy
de acuerdo.
Los
principios y los valores que he recibido de mis padres y de mi religión (el
respeto, el conocimiento y la aceptación del otro, el cuidado del bien común)
explican mi participación convencida en la actividad de Acadir. En mi opinión,
esta asociación y la Casa del encuentro permitirán no solo que la población se
sensibilice sobre valores como la paz, la cohesión social o la buena
convivencia, sino también que los fieles aumenten el conocimiento de las
religiones del otro, para beneficio de todo Camerún».
Reflexionando
sobre su país y sobre la experiencia en la dirigencia de Acdir, afirma:
«Relaciones serenas entre fieles (con los valores que implican) pueden, sin
duda contribuir a edificar un futuro bueno para esta nación: estoy convencido
de que sin el diálogo constante entre cristianos y musulmanes no se podrá tener
ni una paz duradera ni un verdadero desarrollo. En nuestra época las personas
de diferentes religiones que viven y trabajan juntas en la concordia pueden
transmitir enseñanzas fundamentales, como la tolerancia, el respeto de la dignidad
humana, la aceptación del otro».
Mirando
al futuro
El espíritu que anima la “Casa del
encuentro” es contagioso: en las ciudades vecinas se están creando grupos con
la misma sensibilidad, convencidos de recorrer el camino del diálogo y del
conocimiento recíproco. «Lo que espero –concluye el padre Giuseppe– es que el
mensaje de Acadir y el estilo de las relaciones que promovemos arraiguen cada
vez más en todo el país».
CRISTINA
UGUCCIONI
MAROUA
Fuente: Vatican Insider