Claves para comprender la
Iglesia en el país asiático
China
está lejos físicamente, pero ocupa un lugar central en el Papa Francisco.“El
pueblo chino y su gran país ocupan un lugar importante en la mirada del papa
Francisco, abierta al mundo”, explica el jesuita Federico Lombard, que fue
portavoz de la Santa Sede.
El
padre Federico Lombardi, SJ, lo ha escrito en “Hacia una Iglesia plenamente
china y plenamente católica” en la edición española de La
Civiltà Cattolica. En este artículo explica el camino trazado por dos
papas, Benedicto XVI y Francisco.
El
Papa Francisco ha hablado varias veces al respecto y siempre con una actitud
caracterizada por una cordial admiración y verdadera confianza. Basta recordar
sus palabras con ocasión de los viajes de ida y vuelta a Corea, cuando
sobrevolaba el territorio chino y, sobre todo, en la entrevista concedida a
Francesco Sisci para Asia Times. “No hay duda de que se alegraría de poder
pisar, por fin, tierra china”, confiesa Lombardi.
Por
otra parte, “se puede afirmar que la atención de Francisco es
correspondida en China”. No solo los católicos –puntualiza- sino “todos
aquellos que miran más allá de las fronteras del país con el deseo de una
apertura al mundo y de un intercambio cada vez más intenso con los demás
pueblos y culturas han comprendido que tienen en Roma a un interlocutor” —y,
bien puede decirse, a un amigo— con el que pueden contar para sentirse
comprendidos en el esfuerzo que hacen por insertarse en la familia de los pueblos,
reconoce Lombardi.
El
Papa Francisco es jesuita, una orden religiosa que se ha acercado a China
históricamente con misioneras de la altura de Matteo Ricci, Adam Schall,
Ferdinand Verbiest o Giuseppe Castiglione.
Empatía con los chinos
Lombardi
revela que “frente a los chinos, Francisco siente esa empatía que puede
poner en movimiento la dinámica que lleva a avanzar cada vez más, de encuentro
en encuentro. Y esta empatía es correspondida por muchos chinos”.
Entre
los temas más específicos de la enseñanza y de la acción de Francisco que
suscitan interés positivo en China podemos señalar, ante todo, su “insistencia
en la solidaridad”. Esta se traduce en una referencia a la importancia de la
“cohesión del pueblo”, así como en el rechazo de todo lo que crea división.
Por
lo tanto, las frecuentes alegaciones de dura condena contra toda forma de
corrupción por parte del papa Francisco no han pasado desapercibidas, señala
Lombardi.
El
consumo de los recursos naturales, el balance energético, el cambio climático,
la urbanización, formas diversas de contaminación… son cuestiones de máxima
urgencia para el pueblo y el Gobierno chinos. La autorizada voz del Papa y sus
llamamientos a la responsabilidad de todos se han hecho oír también en Asia,
relata.
Religiosidad en China
Los
analistas de la China contemporánea describen la situación espiritual del país
en términos ambivalentes. Por una parte, ponen de relieve las “gravísimas
consecuencias de un largo período de difusión sistemática de la ideología atea
y antirreligiosa” y de destrucción de los valores sociales y morales de la
tradición, a lo que sucedió un impulso hacia el progreso económico.
Al
mismo tiempo, también “las autoridades políticas se dan cuenta de que la
dimensión religiosa debe reconocerse como un componente permanente de la
realidad de la vida y como una aportación importante a la armonía y a la
cohesión de la sociedad”.
Aquí
se inserta la dimensión más específicamente religiosa y espiritual del discurso
humano y cristiano que la Iglesia, hoy representada por el papa Francisco,
dirige a China. Como sabemos, su núcleo es el anuncio de la misericordia de
Dios para todos. Esto se torna en fuente de “reconciliación de las heridas del
pasado y de fe en el futuro”, apunta Federico Lombardi en la revista quincenal
de los jesuitas, La Civiltà Cattolica, cuyos borradores son enviados antes de
publicar a la Secretaría de Estado de la Santa Sede.
El
papa Ratzinger pronunció palabras muy precisas acerca de la experiencia de la
persecución, de «las graves dificultades, incomprensiones y hostilidades» y del
sufrimiento de los cristianos por ser fieles a su religión. En el caso de China
no está de más recordar que, durante el largo período de la «Revolución
cultural» (1966-1976), la persecución fue una realidad.
En
China, los problemas familiares más dramáticos y extendidos son los que
resultan de la «política del hijo único», con las consecuentes heridas, o de
las separaciones entre padres e hijos impuestas por la organización económica y
social del país.
La
Iglesia católica tiene una formidable tradición de compromiso activo de
caridad. La Iglesia es también en China «un hospital de campo», como desea el
Papa, y ello favorece mucho una acogida positiva de la Iglesia por parte de la
sociedad china.
Lombardi,
que ahora es presidente de la Fundación Ratzinger, asevera que “la comunidad
católica en China quiere y debe ser plenamente china” pero para ser
verdaderamente tal y dar sus frutos “no debe separarse de la comunidad católica
universal”.
Lombardi
celebra “los contactos y el diálogo de la autoridad que gobierna la Iglesia
católica universal —la Santa Sede— con las autoridades de la República Popular
China” que contribuyen a “garantizar a la comunidad católica en China las
condiciones esenciales para que pueda ser ella misma”.
Con
la “Revolución cultural» (1966-1976), hubo “manifestaciones de verdadera
persecución para todos los creyentes; en esas circunstancias, también los
católicos —estuviesen o no adheridos a la Asociación Patriótica— compartieron
el sufrimiento por su fe”.
Tras
la muerte de Mao se instauró una “discreta tolerancia” hacia las religiones, y
también la Iglesia católica halló una cierta posibilidad de reorganizar su vida
y su actividad con una dimensión pública.
Para apoyar la vida de la comunidad católica Juan Pablo II atribuyó a los obispos legítimos algunas facultades —denominadas «facultades especiales»—, entre ellas la de poder ordenar de forma autónoma a un obispo como su propio sucesor.
De
ese modo se llegó a tener un cierto número de obispos que no se adherían a la
Asociación Patriótica con un séquito propio de fieles y también de
seminaristas.
Por
el otro lado, un creciente número de obispos «ilegítimos», adheridos a la Asociación,
pidieron de manera reservada y obtuvieron la comunión con el Santo Padre,
hallándose así en la condición de ser reconocidos por ambas partes.
Lombardi
critica que “impropiamente” esta situación se haya descrito como coexistencia
de una «Iglesia clandestina» y de una «Iglesia patriótica.»
En
conclusión, “la Iglesia católica en China, plenamente china, debe
empeñarse con renovado impulso en la misión de evangelización a fin de
contribuir de la manera más eficaz con su mensaje religioso y moral y con su
compromiso caritativo y social al bien del pueblo chino: esta es la urgencia
más grande”, reconoce Lombardi.
En
esta obra la Iglesia china está acompañada y apoyada por la “sincera atención y
simpatía del papa Francisco hacia el pueblo chino” y por la solidaridad y unión
espiritual con la Iglesia católica universal.
Concluye
recordando que el diálogo de la Santa Sede con las autoridades de la República
Popular China tiene como objetivo exclusivo “poner a la Iglesia católica china
en las mejores condiciones para desarrollar tal misión, en coherencia con su
naturaleza religiosa”.
Miriam Díez Bosch
Fuente:
Aleteia