Monseñor
Juan José Aguirre, obispo de Bangassou, ha tenido que salir un mes y medio de
su diócesis ante las amenazas de los yihadistas. El 18 de marzo vuelve al
avispero de República Centroafricana
En
10 días, el próximo 18 de marzo, monseñor Juan José Aguirre volverá a
Bangassou, en República Centroafricana, de donde tuvo que salir hace mes y
medio por indicación de los cascos azules que están desplegados en su diócesis.
«Me recomendaron salir del país después del ataque a mi vicario general»,
asegura el obispo a Alfa y Omega.
El
vicario fue atacado a machetazos y salvó la vida de milagro después de desviar
con sus propias manos el puñal. «En vez de rebanarle el cuello, la última
puñalada le entró por la barbilla y se quedó muy cerca de la yugular», explica
monseñor Aguirre.
Con
su salida del país, el prelado cordobés también ha mitigado algo la otra gran
amenaza de muerte que se cierne sobre él: su maltrecho corazón, que ante la
situación en su diócesis ha sufrido tres infartos y le han tenido que colocar
nueve estent.
También
la llegada de un obispo auxiliar, el comboniano español Jesús Ruiz Molina, ha
supuesto «un balón de oxígeno» para el corazón de Aguirre.
Musulmanes en el
seminario
Gran
parte de las preocupaciones actuales de Juanjo se deben a la situación que se
vive en el seminario, donde acoge desde mayo a cerca de 2.000 musulmanes
amenazados de muerte por la milicia criminal radical anti-balaka. El obispo ha
hecho literalmente de escudo humano y les ha salvado la vida. Ahora, el
perímetro del seminario está custodiado por los cascos azules de nacionalidad
marroquí.
Pero
«la desesperación» por los diez meses de encierro ha provocado la radicalización
de un grupo de 100 musulmanes cobijados en el seminario. «Eran la flor y nata
de Bangassou y ahora viven de la caridad. Están desesperados y lo pagan con los
que tienen más cerca, que somos nosotros. Nos atacan muy menudo. En septiembre
nos quemaron 15 motos, nos rompieron los coches, arrasaron con los almacenes.
Las letrinas están llenas y hay riesgo de cólera».
También
las mujeres están desesperadas, pero en este caso por la falta de comida.
Eso les ha llevado a «vender su cuerpo a algunos cascos azules a cambio de
comida. Los soldados han dejado embarazadas a algunas mujeres del seminario e
incluso a niñas, y eso es un crimen contra la humanidad», asevera monseñor
Aguirre.
El
obispo ha denunciado esta situación ante «infinidad de delegaciones
internacionales», que llegan a Bangassou y se van el mismo día «porque nadie
quiere quedarse a dormir aquí». Pretende que los musulmanes que se encuentran
en el seminario puedan ir a un sitio más grande, más seguro, que incluso tenga
una mezquita pero «todos han dado la callada por respuesta, desde el presidente
del país hasta el secretario general de Naciones Unidas. Nadie ha hecho nada
para poner fin a esta situación».
Cerco yihadista
El
seminario está asediado por los antibalaka, pero en la diócesis de Juanjo
también opera la milicia yihadista seleka y está cercada por otros tres grupos
islamistas radicales. «Tenemos un grupo a 250 kilómetros por el norte, otro a
80 km por el oeste y otro a 150 kilómetros por el este. Su objetivo es llegar a
Bangassou y, con el apoyo de los países musulmanes de los petrodólares, crear
un nuevo país musulmán independiente. Arabia Saudí quiere tener 1.000
kilómetros de frontera con el Congo, verdadero objetivo de los terroristas para
controlar los abundantes recursos minerales de manganeso, cobre o coltán del
país vecino», explica.
De vuelta al infierno
El
18 de marzo el obispo español emprenderá el viaje de vuelta al avispero de
Bangassou, pero estará poco tiempo en su residencia. «Tengo pensado ir en
Semana Santa a Zemio», confiesa a Alfa y Omega. Allí mandó hace tres meses
a dos curas voluntarios y, posteriormente, llegó un nuevo grupo yihadista «muy
bien armado y muy violento. Quiero ir a apoyar y a dar ánimos a los sacerdotes.
Tenían la misión de recuperar las escuelas, donde conviven juntos 2.000 niños
musulmanes y no musulmanes. Creemos que estudiando juntos aprenderán desde
pequeños a convivir y habrá una mayor cohesión social».
A
pesar de todo, monseñor Juan José Aguirre es optimista: «No sabemos a corto
plazo cómo va a terminar esto. Aunque el apartheid tampoco sabíamos cómo iba a
terminar y un día desapareció».
José
Calderero de Aldecoa
Fuente:
Alfa y Omega