Julia Aguiar lleva más de 40 años como misionera en África |
Esta misionera franciscana de las Madres del Divino Pastor lleva 44
años como misionera, la mayoría de ellos en Benín. Y gracias a su tesón ha
conseguido ser un referente mundial contra esta enfermedad que tantas víctimas
ha dejado en África.
En el libro Misioneros. Hasta el Confín de la
tierra (Palabra), escrito por el periodista Miguel
Pérez Pichel, la hermana Aguiar relata su experiencia en África y por qué
acabó luchando contra la “úlcera
de Buruli”.
Todo comenzó cuando en el centro médico en el que
se encontraba esta misionera llegó
una anciana con su nieta pequeña, que sufría una úlcera sangrante que le
ocupaba todo el pecho. Ni la religiosa española ni el resto del personal habían
visto algo parecido, y dado que no se sentían capacitados para atenderla bien
las remitieron a otro hospital.
La abuela se negó sabiendo que en los hospitales
civiles no serían atendidas. Finalmente, ingresaron a la pequeña, limpiaron la
herida y tomaron muestras del tejido. Fue así como descubrieron que se trataba de esta
enfermedad tropical que ya había provocado epidemias en distintos
países africanos en la década de los 40 y los 70 del siglo XX.
Una revolución sanitaria en varios
países de África
Desde aquel primer caso la hermana Julia ha provocado una auténtica revolución
sanitaria en este país y en los vecinos. Ahora esta enfermedad es
diagnosticada, se trata con mucha mayor facilidad y los casos se han reducido
drásticamente en gran medida a las medidas de prevención que ahora existen
gracias al trabajo de la misionera gallega.
Tras empezar en un hospital acabó finalmente
poniendo en marcha otro para atender a los más pobres. Está en Gbémontin, una
zona de difícil acceso, y que se traduciría al español como “allí donde encontramos la vida”.
“Gbémontin es para mí el lugar donde Dios me ha llamado para servir a la
vida. Sin este lugar, muchos bebés habrían muerto en sus primeros días de
vida, y muchos niños y jóvenes habrían fallecido antes de tiempo. Miles de
enfermos han vuelto a nacer en este lugar después de encontrarse en el umbral
de la muerte”, explica la religiosa.
De este modo, la hermana Julia indica que este
centro de salud está al servicio de los últimos de la sociedad. Por ello,
asegura que “los pobres
son la razón por la que estamos aquí. Los demás, los grandes, los
ricos, no necesitan que estemos aquí, pueden prescindir de nosotros, pero los
pequeños, los pobres, no. Aunque, por otro lado, también es cierto que, ante la
enfermedad, ante el dolor y el sufrimiento, los más grandes y ricos se vuelven
pequeños y pobres”.
Vivir todo el día en presencia de
Jesús
Dios sostiene a esta misionera, que además de las
grandes alegrías que ha cosechado en su misión también ha experimentado grandes
sufrimientos. Así lo explica ella: “Ver a un niño que se ríe a carcajadas
mientras se come un enorme mango tras haberle extirpado un tumor que pesa un
tercio de su peso, llena
el corazón de alegría y agradecimiento. Pero, al mismo tiempo, ver a ese
niño recaer un año después, sin que se pueda hacer nada por él, es
extremadamente doloroso”.
En estas situaciones, agrega la misionera en este
libro “a veces siento miedo, me siento terriblemente sola”. Pese a todo, la
hermana Julia Aguiar asegura que “mi
oración consiste en tomar conciencia de la presencia de Jesús en la persona de
cada uno de estos pobres, de estos enfermos que sufren y que están
ante mí. Soy consciente de que debo ser el buen samaritano para estos enfermos,
el verdadero rostro encarnado de Jesús”.
Mirando hacia atrás y obviando los numerosos
reconocimientos internacionales que ha recibido esta humilde religiosa lo ve
todo en perspectiva: “Cuando me paro un instante y reflexiono, veo que soy tremendamente
afortunada de vivir todos los días el día entero en presencia de Dios. He
sufrido mucho aquí, pero la felicidad que encontré es aún mayor”.
Fuente: ReL