Enviada a todos los pueblos como servidora, la Iglesia y, en su seno, los misioneros saben que el mayor de los servicios que se puede prestar al ser humano es hablarle de Cristo
La urgencia de lo primero no anula la
importancia de lo segundo. El modo y la manera como empezó Cristo su misión es
también algo normativo para los misioneros.
Veamos
algunos indicadores de cómo empezó
Cristo la realización de su misión, para luego sacar desde ellos las lecciones de cómo los misioneros han de
seguir realizando la misión que Cristo ha dejado en sus manos.
Primer indicador y primera lección: Jesús empezó su misión en la, así considerada, semipagana Galilea,
que, de todo el territorio de Palestina, era la parte más alejada de Judea y de
Jerusalén. Sus habitantes vivían en tinieblas y en sombras de muerte. La misma
presencia de Jesús en medio de ellos la experimentaron como una gran luz llena
de brillo (Cfr. Mt. 4: 12-16). Por ello los misioneros van al encuentro de los
que nada saben de Dios ni creen en Cristo, de los que se han ido y alejado, de
los que se creen perdidos. La luz se necesita más allí donde mayor es la oscuridad.
Segundo indicador y segunda lección: Jesús comenzó su misión predicando una sola cosa: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios, convertíos y
creed la Buena noticia” (Mt. 4: 17). No
puede ser otro el modo cómo los misioneros han de empezar a realizar la misión
que Cristo le ha encomendado. De entrada, sin medias tintas, lo que se ha
proponer a cada hombre es la conversión del propio corazón. Éste es el mejor
servicio que los misioneros pueden prestar a los hombres, destinatarios de su
misión: invitarles a abandonar el pecado y volver a Dios. Por ello los
misioneros saben que el núcleo de su misión es de naturaleza religiosa.
Tercer indicador y tercera lección: Jesús, a la vez que predicaba el Reino de Dios, iba curando las
enfermedades y dolencias del pueblo (Cfr. Mt. 4: 23-24). Y los misioneros han
de hacer lo propio. La misión es una acción compleja en la que siempre han de
ir de la mano el anuncio y la invitación a la conversión con la realización
práctica de mil obras de toda índole, que responden a las exigencias de la
caridad. El rico abanico de obras humanitarias, sociales y de promoción humana
que los misioneros realizan en cada rincón de la Tierra pertenece, al igual que
la predicación del Evangelio, a la misión que tienen encomendada. Los
misioneros saben que a su misión pertenece vivir la caridad, emprendiendo todas
las causas nobles, buenas y justas.
Cuarto indicador y cuarta lección: Desde un comienzo Jesús llamó a discípulos, se rodeó de ellos,
haciéndoles partícipes de su misma misión: eran pescadores y lo iban a seguir
siendo, pero no de peces, sino de hombres (Cfr. Mt. 4: 18-22). Los misioneros
no podrán cumplir su cometido si no invitan a otros a que, dejando sus propios
intereses, hagan propios los intereses de Cristo.
Estos indicadores de cómo Jesús comenzó su misión,
normativos también para los que hoy continúan con ella, marcan la tónica de
servicio, a la luz de la cual Jesús entendió su existencia y su misión. Así se
lo hizo saber a los suyos en la víspera de aquel día en que, al morir en la
cruz, iba a culminar su servicio.
Los discípulos de Jesús no sabían que aquélla iba a
ser la última cena con el Maestro. Jesús, que bien lo sabía, les dejó su
testamento. Al terminar aquella cena de despedida, Jesús se puso a lavar los
pies de todos ellos. Vuelto a la mesa, les explicará lo que acababa de hacer: Con este gesto os he hecho saber que he
venido para servir y así os he dado ejemplo para que no dejéis de lavaros los
pies unos a otros.
Atardecer tenso y solemne en el que Jesús ama a los
suyos hasta el extremo, anticipando el gran servicio que iba a realizar al día
siguiente, cuando en la feliz marea de su sangre preciosa hombres y mujeres de
toda raza, lengua, pueblo y nación, iban a poder blanquear sus túnicas. Antes
de volver al Padre, Jesús pedirá a los suyos que no dejen de servir por doquier
el vino nuevo de la salvación.
Enviada a todos los pueblos como servidora, la
Iglesia y, en su seno, los misioneros saben que el mayor de los servicios que
se puede prestar al ser humano es hablarle de Cristo, invitándole a aceptarle
en la propia vida como salvador de la misma. Y mientras hacen esto, no dejan de
ir lavando los pies de los hombres, a los que predican este Evangelio,
atendiendo sus necesidades primarias y fundamentales.
P. Lino
Herrero Prieto CMM
Misionero de Mariannhill