Juan Pablo y María son junto a sus cinco hijos, una familia en misión en Tanzania. |
Sin embargo, son todavía muchos los que dicen sí a
esta llamada. El Domingo
Mundial de las Misiones (Domund) pone cara a mucho de estos
misioneros. Y este año se pone también el foco en una realidad: el creciente número
de laicos que parten a la misión, y concretamente familias misioneras, padres que junto a sus hijos se convierten
en propagadores de la Buena Nueva.
Precisamente de cara a esta campaña del Domund, Obras
Misionales Pontificias muestra, entre otras realidades, la de los Trenor Martínez, una familia
en misión de Valencia que lleva más de seis años en Tanzania,
concretamente en la localidad de Arusha.
Juan Pablo y
María son miembros del Camino
Neocatecumenal, pertenecen a la parroquia de San Isidro en Valencia, tienen
cinco hijos y están esperando el sexto. En 2014 este matrimonio decidió dejar sus profesiones de
publicista y fisioterapeuta, su casa y toda su vida en España para ser enviados
a África con sus hijos.
María recuerda el día en el que sintió esta
llamada. Fue durante una Eucaristía. “Sentí que el Señor me estaba llamando a no guardarme nada para
mí. A entregarle a Él ese rinconcito de mi vida y que yo tenía
guardado y que me daba miedo que entrase el Señor. Sentí de manera muy fuerte que
me llamaba a una entrega total a Él”, relata.
En ese momento no se lo dijo a Juan Pablo, porque
sentía miedo. Esa conversación se produjo meses más tarde. Y tras un periodo
largo de discernimiento en una convivencia donde se pedían familias para ir a misión este matrimonio valenciano
se ofreció como voluntario. Una de las características de los
neocatecumenales es que tanto para ir a la misión como a alguno de los más de
120 seminarios el destino se hace a sorteo, según las peticiones de los
obispos. A ellos les tocó
Tanzania. Dijeron que sí y allí siguen ayudando en la pastoral tanto en el
catecumenado de adultos como en el discernimiento vocacional de jóvenes que
quieren ingresar al seminario.
María señala que
a los misioneros nadie les paga por su labor, pero afirma que “nosotros vemos que nuestro
trabajo ya ha sido pagado por Dios. Hemos visto que Él está haciendo una
historia con nosotros, con nuestro matrimonio. Está cambiando y
curando muchas cosas, y lo está haciendo desde la comunión que está creando con
nosotros”.
El papel de los niños
Los niños son parte indispensable de la misión. Ellos
mismos son misioneros, y su labor es tanto o incluso más importante que
la de sus padres. Los pequeños se adaptan antes y mejor, aprenden rápidamente
las lenguas locales y se relacionan con el resto de niños, convirtiéndose en
amigos.
“Por la mañana los niños van al colegio, van a un
colegio de agustinos misioneros, un colegio local. Es un colegio precioso, al aire libre, entre montañas. Vemos
ahí que también el Señor nos lo ha regalado”, afirma la madre de esta familia
numerosa.
Esto no significa que fuera fácil al principio. La educación y la pedagogía
utilizada en Tanzania es muy diferente a la de España, y esto lo
sufrieron más los hijos mayores que sí habían ido al colegio en Valencia,
aunque afirman que se adaptaron pronto.
“Dios ayudó a
cada uno de ellos, también con sus sufrimientos. Pero en
seguida, cuando empezaron a hablar el suajili vimos que esto les ayudó
muchísimo con las relaciones con los niños y compañeros. Ahora están muy
integrados y muy contentos”, explica María.
Por las tardes, Juan Pablo y María van generalmente
a la parroquia, o bien ayudan a las distintas comunidades, se reúnen en las
casas o invitan a las familias a la suya. Recuerdan que la esencia de esta vocación misionera es
precisamente vivir como una familia cristiana en medio del mundo. Y en
un lugar con la familia tan desestructurada, con hermanos de distintos padres
conviviendo juntos o con la ausencia de la figura paterna en muchos casos, su
ejemplo es ya de por sí una evangelización directa.
En una reciente entrevista en Radio María,
esta familia misionera profundizaba un poco más en su misión. Como el impacto
de ver el pueblo sin calles asfaltadas y con todo el mundo en la calle.
“Llegamos sin saber el idioma. Esto era un hándicap. En las eucaristías durante un año no entendimos nada. Nos
nutríamos mucho de los signos de la liturgia pero no entendíamos. Pero
la gente se abría a nosotros”, contaba Juan Pablo.
Las obras de misericordia que han
recibido
Pero precisamente, en ese momento experimentaron
las obras de misericordia. “La
gente nos llevaba comida a casa y hasta papel higiénico para que
estuviéramos bien. Vimos la misericordia de Dios a través de gente que no
conocíamos”, explica este padre de familia.
“Que
seamos blancos y tengamos muchos hijos les llama mucho la atención, porque
para ellos el blanco tiene uno o dos hijos”, cuenta María, que afirma que ya el
hecho de vivir allí con ellos es un testimonio evidentemente muy visible.
“Dejar tu seguridad, que es a lo que aspiramos todos, y dejarlo para ir con
niños a África, les sorprende y ahí empieza la misión”, agrega.
Para subsistir en este tiempo, este matrimonio ha tirado de “creatividad”, porque
no es fácil conseguir un visado de trabajo en Tanzania. Han escrito libros para
niños, él ha trabajado en una agencia de safaris y justo ahora Juan Pablo y
María han realizado un libro ilustrado que se titula Maasai.
Aprendiendo las obras de misericordia corporales.
“En cuanto a la
evangelización, cada año hacemos una nueva catequización que dura tres o cuatro
meses y cada nueva catequización surge una nueva comunidad. Son catequesis de
adultos. Es muy rico porque no están muy acostumbrados a reunirse personas con
distintas circunstancias. Hay
mayores, casados, solteros, más ricos, pobres, de distintos niveles culturales…
todos juntos reciben la Buena Noticia, como algo gratis, que Dios les quiere,
que cambia la vida de las personas y el Evangelio les toca el corazón”,
explica María.
Para ejemplificar algunos de los milagros que han
visto en Tanzania, hablan de “un matrimonio en el que él pegaba a su mujer
desde hacía años, pero un día él pasó por la puerta de la parroquia, escuchó a
un chico (uno de los miembros del equipo de catequistas y natural de Tanzania)
que daba su experiencia, hizo las catequesis, y vio que tenía que empezar a ir
a la parroquia con su mujer. Su
mujer estaba alucinada. Vio un cambio tan grande en él que empezó a
acompañarlo. Había sentido que tenía que dejar de pegarla…” porque el
Evangelio había penetrado en su corazón.
Por ello, de cara al Domund, Juan Pablo
recomienda desde OMP que “lo importante que es que la Iglesia sea misionera,
una iglesia sin misioneros que anuncien el Evangelio es una Iglesia que
languidece y va muriendo poco a poco. El Espíritu Santo nos llama siempre a salir de nuestra comodidad
para poder vivir el Evangelio. Para arrimar el hombro para ayudar a las
misiones lo primero es estar unidos en la oración, rezar los unos por los
otros. Rezar por la Iglesia y por los misioneros porque es algo fundamental. Y
por supuesto, si alguien siente la vocación que inicie un camino de
discernimiento y esté abierto a lo que el Señor le quiera decir”.
Si además de rezar quieres colaborar económicamente con el Domund pincha AQUÍ.
Javier Lozano
Fuente: ReL/Obras Misionales Pontificias