Los papas nos invitan a tomar parte activa en este intercambio de dones espirituales y materiales entre los fieles
El DOMUND es una ocasión para
contemplar la misión de la Iglesia como familia de quienes se reconocen hijos
de Dios y hermanos de todos los hombres.
Su celebración es cada año una nueva
oportunidad para observar desde la perspectiva divina la humanidad como aquella
mies que, según Jesús hizo ver a sus discípulos, está pronta para la siega; y
que, a la vez, le oigamos advertir que esta mies es abundante, pero los obreros
pocos.
Ante este dilema, Él propone la respuesta:
“Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. ¡Poneos en
camino! Mirad que os envío...” (Lc 10,2-3). Palabras imperativas para la
oración y para la disponibilidad, que hace suyas el papa Francisco, a
través la referencia a una Iglesia “en salida”. Es, por tanto, una nueva
ocasión para implicarnos en el compromiso evangelizador de la Iglesia.
En efecto, Dios ha querido servirse de los hombres para la obra de la salvación del mundo. Todo nace de la llamada a la misión , como hizo el Señor desde el primer momento de su actividad evangelizadora: llamó a los que quiso para estar con Él y para enviarles a predicar (cf. Mc 3,13-15). También ahora sigue llamando a los que quiere, y la respuesta no se hace esperar por las numerosas vocaciones a la misión que cada año parten de las comunidades cristianas. Unos son llamados a primera hora, y otros, a última; unos, para ir lejos, y otros, para estar cerca; unos, para colaborar desde la primera fila, y otros, desde la retaguardia; pero todos son llamados.
Contemplar la actividad misionera de
la Iglesia en el mundo entero es uno de los argumentos fundamentales
de su catolicidad y del sentido de filiación y fraternidad que subyace en el
corazón de los discípulos misioneros. Entre estas vocaciones a
la misión, es preciso destacar la que Dios deposita en el corazón de algunos
laicos, que lo dejan todo para responder con prontitud. A ello se refiere
Francisco cuando habla de que esta Jornada es la ocasión para incrementar la
conciencia de las vocaciones misioneras y, especialmente, las laicales, ya que
ellos, los laicos, “están llamados a desempeñar un papel cada vez más relevante
en la difusión del Evangelio”
Jornada Mundial de las Misiones
Este panorama de generosidad y universalidad
se puede vislumbrar con nítido atractivo en la Jornada Mundial de las
Misiones. Pablo VI inició la costumbre de entregar a la Iglesia un Mensaje
para esta Jornada; desde entonces hasta ahora, los papas nos invitan a
tomar parte activa en este intercambio de dones espirituales y materiales entre los fieles. Es la certeza de que todos somos la familia de Dios, y en sus manos
ponemos nuestros “panes y peces”, para que Él los bendiga y los reparta. Decía
Pablo VI en su Mensaje de 1976: “Esta Jornada anual se propone sobre todo la
formación de la conciencia misionera de todo el Pueblo de Dios, tanto de sus
individuos como de las comunidades; el cultivo de las vocaciones misioneras; y
el progresivo aumento de la cooperación, espiritual y material, a la actividad
misionera en toda su dimensión eclesial”.
La Iglesia ha querido servirse de las Obras
Misionales Pontificias al hacer suya aquella iniciativa de Paulina
Jaricot de colaborar, mediante la plegaria y la
aportación económica, con los misioneros. En cada uno de los 130 países en
que están implantadas, ha sido nombrado un director nacional; este asume la
responsabilidad de promover, en comunión con la respectiva Conferencia
Episcopal, el carisma propio de estas Obras, a las que el santo padre Francisco
considera como “el instrumento privilegiado en las manos del Papa”
para hacer visible la cooperación entre todos los fieles (Discurso a los
directores nacionales de OMP, 17-5-2013).
Cooperación
entre las Iglesias
Cada año, miles
de personas anónimas, comunidades, parroquias y centros educativos, residencias
de mayores, hermandades y cofradías, instituciones civiles y privadas colaboran
ayudando a los miles de misioneros españoles repartidos por
el mundo. Como en una familia, cada uno aporta lo que tenga y quiera dar, y los
responsables se encargan de distribuir según las necesidades. Así funcionan los
Fondos Universales de Solidaridad que gestionan los Secretariados Generales de
las OMP. Estas ayudas no se circunscriben a los aspectos materiales y
económicos, sino que todo está dinamizado por la caridad evangélica, que
favorece la fraternidad y la solidaridad como partes connaturales de la tarea
misionera.
Del amor al hermano, en el cual el cristiano contempla
el rostro de Dios,brota la fuerza de la misión de la Iglesia. Este amor
conlleva salir de uno mismo para situarse en la vida del otro; en concreto, en
el hermano misionero que ha pasado a la otra orilla para entregarse a los
demás. Jornada del DOMUND, días en los que vivir con
intensidad la oración y el sacrificio para sostener las manos generosas y los
corazones ardientes de los misioneros que están en primera línea. Después, solo
después, viene la ayuda económica por medio de donativos
para el Domund.
OMP en España