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La meteorología también
puede ser altamente peligrosa: en
2015, el ciclón Pam causó la muerte de 15 personas y
provocó daños graves en numerosas poblaciones, entre ellas Port Vila, la capital.
Antonio López es misionero corazonista.
Nació en España pero vive y trabaja desde que tenía 18 años en Port Vila, la capital de
Vanuatu, siguiendo la invitación del Espíritu Santo a cumplir, según él mismo
explica, aquello que se lee en los Hechos
de los Apóstoles: «Seréis
mis testigos hasta los confines de la Tierra». Y es que,
mirando un globo terráqueo, fue a dar casi en los antípodas de su país de
origen.
Vanuatu tiene grandes ventajas
en cuanto a recursos
naturales, pero resulta difícil hacer llegar el Evangelio hasta
las gentes de las pequeñas islas.
Este misionero imparte clases a los indígenas. «Mi
labor misionera -explica- se ejerce a
través de la educación. En mis clases, intento suscitar en mis alumnos ese deseo
de seguir a Jesús, de vivir el Evangelio de forma comprometida.»
Gracias a la labor de Antonio
López, hoy muchos jóvenes que asistieron a sus clases se han bautizado, se han
casado y han formado familias cristianas.
La semilla del Evangelio en
este lugar tan remoto es posible gracias a la ayuda económica que esta misión
católica recibe a través de las Obras
Misionales Pontificias, sobre todo a través de la campaña anual del Domund, que se lleva a cabo en
octubre.
Hoy hay 113 escuelas distribuidas
por varias islas del archipiélago, y se cuenta con 32 parroquias. El balance
de los últimos 16 años da un crecimiento de 600 a 710 bautismos. El hermano
Antonio comprueba con sus propios ojos los frutos de la labor de Dios en estas
personas. «Vanuatu»
significa «hogar, tierra» y «pararse», y allí está él echando
raíces en los confines de la Tierra.
Dolors Massot