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17 de julio de 2015

CÓMO PERDONÉ A LOS ASESINOS DE MI FAMILIA

¿Quieres aprender a perdonar? El libro testimonio de una joven ruadensa que sobrevivió al genocidio de 1994


Hay que perdonar hasta setenta veces siete. Nos sabemos la teoría de memoria, pero ¿qué hacemos en la práctica? Es posible que haya habido veces que no hemos sido capaces de perdonar. ¿Quieres aprender? Esta es la historia del viaje, lleno de fe, de la joven Immaculée, que consiguió, gracias a su fe, aprender a perdonar a los asesinos de su familia.


De la mano de Ediciones Palabra, Immaculée Ilibagiza narra su historia personal: cómo sobrevivió al genocidio de Ruanda en 1994, en el que perdieron la vida más 800.000 personas, pero también sobre la búsqueda de una vida digna.

Es una historia real, todo lo que narra es cierto. Una potente aventura vivida y contada por la autora para que todos aquellos que la escuchen puedan ver que su corazón fue destrozado y ha sido reparado a través del perdón.

Un claro ejemplo es lo que escuchaba cuando estaba escondida en una habitación de tan solo un metro cuadrado, junto a otras siete mujeres: “¡Matadlos! ¡Matad a todas esas cucarachas, a las grandes y a las pequeñas!”. Por aquel entonces solo tenía 22 años e iba a perder a toda su familia durante la matanza.

Los “hutus” radicales intentaron exterminar a toda la población “tutsi”, en una masacre que conmovió al mundo.

Tras estos hechos, y con el mismo coraje y la misma determinación, la joven ruandesa marchó a los Estados Unidos para descubrir allí por qué Dios la había salvado de la barbarie de su país. Es cuando decide contar al mundo su experiencia, encontrando un sentido a la vida a través de la fe.

En este libro, Immaculée cuenta lo que sucedió después del genocidio y cuánto tuvo que luchar para mantener viva su relación con Dios. En tierras estadounidenses, descubrirá una nueva vida a pesar del sufrimiento y de los recuerdos que tanto influyeron en el empeño por seguir al lado de Dios.

Os dejamos un trocito como adelanto de esta magnífica obra: “Al avanzar a trompicones tras las secuelas dejadas por el holocausto, me di cuenta de que encontrar a Dios no es suficiente; tenemos que tenerle siempre en nuestro corazón, el cual debe ser siempre guiado por la fe”.



Fuente: Ediciones Palabra