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13 de diciembre de 2017

CHAD; LOS INTEGRALISTAS Y LAS ALIANZAS ENTRE CRISTIANOS Y MUSULMANES

Historias de convivencia entre los que creen en Cristo y los seguidores de El Corán. Gracias a las actividades promovidas por la Iglesia, que involucran a todo el pueblo, la predicación de un Islam cerrado pierde terreno

El padre Franco en Chad
«En Chad, en los años setenta del siglo pasado, las relaciones entre los cristianos y los musulmanes eran de lo mejor. Los fieles islámicos eran muy abiertos al diálogo y llevaban a sus hijos a las escuelas católicas. Los matrimonios mixtos eran una costumbre, trabajábamos juntos en paz. 

Posteriormente, este clima sereno fue puesto en peligro tanto por la guerra civil como por la intervención de los países árabes: en estos últimos años han llegado aquí al norte emisarios de Arabia Saudita y de los países del Golfo: son integralistas, predican un islam cerrado, quieren sembrar división, obstaculizan los matrimonios mixtos y cualquier forma de colaboración entre los musulmanes y los cristianos, a quienes llaman “impuros”». 

Comienza con estas palabras su descripción el padre Franco Martellozzo, jesuita de 79 años. Llegó a Chad en 1963, vive en Mongo, en el norte del país, en una zona que se encuentra entre el Sahel y el Sahara. En el territorio de la diócesis, en donde trabajan siete sacerdotes (tres de ellos son jesuitas, incluido el obispo), la mayor parte de la población es musulmana: los cristianos (católicos y protestantes) solamente representan el 3%. El padre Franco guía, en calidad de párroco, pequeñas comunidades que se extienden por una zona muy grande.  

Donde está Dios  

Los pronunciamientos de los predicadores extranjeros han tenido efectos diferentes, según explicó: en algunas localidades, las comunidades cristianas y musulmanas se han alejado y, por ejemplo, han dejado de festejar juntas las respectivas fiestas religiosas. En muchas otras localidades, por el contrario, fueron las mismas comunidades musulmanas las que expulsaron a los emisarios después de haber expresado la intención de seguir viviendo junto con los cristianos, porque le hacen bien a toda la población. «Recuerdo un episodio emblemático: habían llegado los emisarios de los países del Golfo a una pequeña ciudad y exhortaban a los fieles musulmanes a que evitaran cualquier contacto con los cristianos. Los fieles replicaron que los cristianos eran buenos amigos y que, en momentos de necesidad, habían recibido de ellos una ayuda decisiva y desinteresada. Todavía recuerdo sus palabras: “Donde hay un gesto gratuito, allí está Dios”. Y expulsaron a los integralistas». 

Alianza en las obras  

«En la actualidad, estos predicadores extranjeros están perdiendo terreno», subrayó el padre Franco. «Estoy convencido de que se debe, en gran medida, a la imponente red de actividades que la Iglesia católica ha puesto en marcha en estas décadas involucrando a toda la población. La convivencia pacífica y serena entre cristianos y musulmanes no se planea, discutiendo de teología: se construye afrontando y resolviendo juntos los problemas de la vida, ocupándose de las necesidades primarias de las personas: comida, agua, escuela, salud. Lo digo también pensando en lo que sucede en Europa: el miedo no resuelve nada. Si nosotros los misioneros y nuestras pequeñas comunidades hubiéramos tenido miedo de los musulmanes, nos habríamos quedado encerrados en nuestro mundo. En cambio, eligiendo salir al encuentro de todos con benevolencia, hemos construido un horizonte nuevo que permite que la población viva serenamente». 

Los bancos de cereales  

Cuando el padre Franco llegó a este territorio descubrió que muchísimas personas, en los periodos de fuerte sequía, con tal de procurarse comida se dirigían a usureros y se endeudaban fuertemente, por lo que acababan yendo a trabajar, casi como esclavos, a los campos de sus creditores. Para resolver el problema, junto con otro jesuita español, inventó los “bancos de cereales”: «El sistema es simple», explicó: el banco posee principalmente sacos de cereales y «en los períodos de sequía las personas pueden pedirlos, comprometiéndose a devolver el préstamo después de la próxima cosecha. De esta manera, las familias y ano se endeudan con los usureros, que, por ello, están desapareciendo. En la actualidad los bancos de cereales son unos 350 (uno en cada localidad): los administran directamente los habitantes, cristianos y musulmanes, y, en conjunto, se benefician de ellos 600.000 personas».  

Huertos y diques  

Para garantizar la autosuficiencia alimenticia de las familias, el padre Franco, con su equipo, promueve también los huertos comunitarios, de los que se ocupan mujeres cristianas y musulmanas: «a cada aldea en la que la población femenina se ha organizado para dar vida a uno de estos huertos nosotros le ofrecemos el dinero (unos 5000 euros) para el pozo de agua en cemento: después son los habitantes los que se organizaron para construirlo. Ahora los huertos son 150 y las peticiones para crear más pozos aumenta constantemente. Hemos involucrado a la población femenina en otra actividad: la construcción de pequeños diques, necesarios para que el agua pueda nutrir las mantos acuáticos». 

Las escuelas populares  

En esta zona de Chad, en donde los institutos escolares estatales son muy pocos, el padre Franco y sus colaboradores han promovido también escuelas populares, que ahora son 40. En las aldeas, los padres cristianos y musulmanes que desean ofrecer una educación a sus hijos deben fundar una cooperativa y presentar una petición a la Iglesia católica, que se encarga de ofrecer el material para la construcción. Después los miembros de la cooperativa construyen la escuela y se encargan de pagarle a los maestros, que son formados por la Iglesia. 

«Pensando en todas estas obras (que incluyen también estructuras sanitarias) y poniéndolas en manos de los habitantes de las localidades, nos movió un triple objetivo: responsabilizar a la población, favorecer la permanencia de las familias en este territorio, evitando dolorosas migraciones y favoreciendo la alianza entre los cristianos y los musulmanes. Como le decía, si en muchas aldeas el mensaje de un islam radical no ha logrado abrirse camino se debe a la colaboración que une a los fieles de las dos religiones. Y también a un proyecto, creado recientemente, que reforzará estas relaciones».  

Árboles para permanecer unidos  

Este proyecto involucra a los niños cristianos y musulmanes de las escuelas populares que, periódicamente, son invitados a plantar juntos decenas de árboles para frenar el proceso de desertificación: «Con este simple gesto de gran valor simbólico, los ayudamos a trabajar unidos por el bien del país, transmitiéndoles el sentido de la comunidad, explicándoles la importancia de permanecer firmes en la cooperación para frenar todo lo que dañe al pueblo. Con estas palabras nos referimos, evidentemente, no solo al desierto, sino también a los integralistas», afirmó el padre Franco. «Los líderes musulmanes de las aldeas –añadió– están muy contentos porque se sienten ayudados a resistir a la presión de los predicadores extranjeros, y también las autoridades civiles, que tienen un gran aprecio por la Iglesia católica, están de nuestra parte. Chad es un estado laico, cualquier forma de predicación agresiva, que amenace la unidad de la nación, no es bien vista». 

El amigo musulmán  

Entre los amigos del padre Franco está Khadam Daouro, de 41 años. Es musulmán y padre de 5 hijos. Vive en Mongo y es un maestro muy orgulloso de su trabajo. «En la mayor parte de los casos –dice– las relaciones entre cristianos y musulmanes son de lo mejor, se caracterizan por la corrección y el respeto recíprocos. Dentro de las mismas familias hay fieles de las dos religiones, que viven juntos en fraternidad. Creo que nuestra manera de vivir puede constituir un modelo para otros países que, desgraciadamente, viven problemas debido a la religión. Claro, hay grupitos de integralistas que consideran “haram”, o sea impuras, todas las costumbres de los occidentales, de los “blancos”, pero estos (en mi opinión y en la de la mayor parte de nosotros) no entienden El Corán». 

El bien del país  

Khadam tiene parientes y amigos cristianos y trabaja como voluntario en una asociación que le recomendó el padre Franco, en la que los cristianos y los musulmanes se ocupan juntos de la construcción de pozos y del proyecto para contrarrestar la deforestación. «Me gusta mucho prestar servicio en esta asociación porque promueve un proyecto de auto-desarrollo que arranca la mentalidad pasiva de la población, permite que los habitantes de las aldeas pobres derroten la miseria y que cobren conciencia de que la promoción y el desarrollo no son una actividad confesional, vinculada con la Iglesia católica, sino una obra por el bien común». Reflexionando sobre su país, observó: «Chad necesita la contribución de todos sus ciudadanos, sin distinciones y sin que se enciendan diatribas religiosas o étnicas. El ejemplo de los religiosos católicos, que saben trabajar juntos, es esencial para involucrar a los recalcitrantes en este movimiento que pretende reforzar la cohesión social. Estoy convencido de que las religiones deben crear fraternidad operosa, no división, que es la causa del subdesarrollo». 

CRISTINA UGUCCIONI
MONGO

Fuente: Vatican Insider