Construida en Yamoussoukro por 300 millones de dólares, consagrada por
Wojtyla en 1990, durante años permaneció aislada debido a la guerra civil.
Ahora es el centro del catolicismo en el país
En
Yamoussokro, capital de la Costa de Marfil, se habla de un milagro. Después de
años de aislamiento y de falta de fieles debido a la guerra civil, la Basílica
de Nuestra Señora de la Paz ha vuelto a la vida. Según los datos ofrecidos por
la diócesis, en 2016 hubo 320 mil visitas.
No
se trata de una catedral cualquiera, sino de la iglesia más alta del mundo,
pues con sus 158 metros es incluso más alta que la Basílica de San Pedro en el
Vaticano. Un mausoleo que quiso construir el difunto ex-presidente del país,
Félix Houphouet-Boigny, oriundo de Yamoussokro, para dejar un homenaje a su
ciudad.
Tanto
el interior como el exterior están revestidos con mármoles italianos; los
vitrales son franceses (y uno representa al ex-presidente arrodillado mientras
besa los pies de Jesucristo. Por un costo indefinido, pero que se estima entre
300 y 600 millones de dólares.
Alrededor
de 2 mil obreros de Israel y Francia trabajaron día y noche durante años hasta
que, en 1990, Juan Pablo II fue invitado para su consagración.
Tenía
que ser el epicentro del catolicismo en África, gracias a su capacidad para
recibir hasta 18 mil fieles. Pero la guerra civil de los años siguientes y su
ubicación en medio de la selva la transformaron en un elefante blanco en donde
se reunían pocas decenas de personas durante las misas de los domingos.
Según
lo que indicaron los oficiales eclesiásticos, había más empleados que fieles.
Los guías turísticos no trabajaban, los de la seguridad jugaban futbol en la
columnata. «Decía que era mi casa porque casi solo estaba yo y, honestamente,
me daba pena por el párroco», dijo David N’Guessan, ex-monaguillo y hoy guardia
de seguridad de la Basílica, al periódico estadounidentse «The Wall Street
Journal».
«Digamos
que teníamos mucho tiempo para la oración», dijo el padre Stanislaw Skuza,
sacerdote polaco que administra la iglesia y que llegó en 1993 a Yamoussokro.
El
final de la guerra civil en 2011 y la explosión de los precios del cacao, pues
Costa de Marfil es el primer productor del mundo, ayudaron a que los fieles
volvieran a la Basílica de todos los rincones de Costa de Marfil y de los
países limítrofes. Llegan peregrinos de Ghana y de Burkina Faso, turistas de
China e India.
Los
católicos en el país son el 20% de la población, alrededor de 23,7 millones de
habitantes, según los datos de la Central Intelligence Agency de Estados
Unidos. Ahora, durante las celebraciones los fieles son tantos que tuvieron que
comprar un nuevo sistema de amplificación sonora y colocar 7 mil ventiladores
dentro de la Basílica.
LORENZO
SIMONCELLI
CIUDAD
DEL CABO
Fuente:
Fides