“El Espíritu de Dios necesita todos los colores para expresarse bien. La
Iglesia es católica y se debe ver católica”
Con estas palabras define el
secretario general de la Obra Pontificia de San Pedro Apóstol, Fernando
Domingues, el florecimiento de las vocaciones en territorios de misión.
Como
responsable del que puede considerarse el observatorio de las vocaciones en
todo el mundo,Domingues no comparte la opinión generalizada de que en la
Iglesia hay una crisis vocacional: “La situación de las vocaciones en la Iglesia
es muy buena”. Como ejemplo, cita el ejemplo del continente africano,
donde hace 150 años no había consagrados, y hoy, “la mayor parte de las
iglesias en África están en manos del clero nativo”.
El
secretario de esta Obra Pontificia añade que “en algunos países no hay
problema de vocaciones sino de dinamismo apostólico y misionero de nuestras
comunidades” y al recordar la indicación de Pablo VI de que “hay que
evangelizar cada nueva generación”, se pregunta si hemos sabido
transmitido “fe y alegría a los jóvenes”.
En
las iglesias jóvenes se siente ya “el dinamismo misionero”. En uno de sus
viajes por los territorios de misión, el propio Domingues escuchó a un grupo de
seminaristas keniatas decir: “El Evangelio tiene que viajar por el mundo; el
Evangelio que recibimos es nuestra responsabilidad. Somos cristianos y tenemos
derecho a colaborar”. “Las semillas plantadas por los misioneros han
producido frutos abundantes”.
Así
lo atestiguan miles de vocaciones nativas surgidas gracias a esa
primera evangelización llevada a sus países por los misioneros, como Agapit
Gbegnon, un sacerdote de Benín que hace su doctorado en la Facultad San Dámaso
de Madrid, y que de niño imitaba “a los misioneros blancos Combonianos y jugaba
a celebrar Misa”.
La Obra
de San Pedro Apóstol trabaja apoyando a estas vocaciones nativas de
los Territorios de Misión, también económicamente; aunque en este aspecto,
Domingues tiene las cosas muy claras: “La ayuda es mínima, porque la
dependencia hace mal y es contraria a la dignidad del hombre”. En este sentido,
varios obispos africanos piden que los seminaristas hagan al menos una parte de
la formación en medio de su pueblo.
Por
ejemplo, los seminaristas de “Providencia Dei”, un Seminario que se encuentra
en un ambiente rural en Parakou (Benin), se preparan al sacerdocio continuando
con su vida rural, y en el Seminario de Antsirabé, Madagascar, los seminaristas
trabajan en la cosecha del arroz, para ayudar a su sostenimiento.
Estas vocaciones
son el fruto de la inculturación del Evangelio en los Territorios de Misión, que
se ha producido a través de un diálogo paciente entre fe cristiana y cultura
local. Como dice Domingues, “el proceso de inculturación debe llevar mucho
tiempo; lo inician los misioneros, pero lo deben seguir las comunidades
locales”. Este es el modo en el que la Iglesia sigue creciendo en todo el
mundo y con Ella, muchas vocaciones a la vida religiosa y sacerdotal.
Dora
Rivas
Fuente:
OMP - Comunicación con los misioneros