La hermana Floralba Rondi fue la primera de las religiosas en morir |
Las tres a las
que Roma ha reconocido sus virtudes heroicas son la hermana Floralba Rondi (71 años), la
primera en morir el 25 de abril de 1995. Era cariñosamente llamada por los
africanos “mamá Mbuta” por su ternura con los enfermos; la hermana Clarangela Ghilardi (64 años),
que falleció el 6 de mayo; y la hermana Dinarosa Belleri (59 años) que murió el 14 de mayo y que
decía a todos: "Estoy aquí en
África para seguir los pasos de mi fundador, es decir, para servir a los
pobres".
Las
otras tres monjas que murieron en aquel 1995 por el ébola fueron la hermana Danielangela Sorti (47 años), que
dejó escrito en el reverso de una fotografía: “el amor pide amor”; sor Annelvira Ossoli, superiora
provincial y conocida como “la mujer de la vida” por los habitantes del
entonces Zaire debido a los muchos hijos a los que había ayudado a dar a luz
durante décadas; y la hermana Vitarosa
Zorza (51 años), que fue la última en morir el 28 de mayo y que
decidió acudir a Kikwit a ayudar a sus hermanas sabiendo que podía morir: “¿Por qué debo tener miedo? Las demás están ahí
y en este momento me necesitan”, aseguró.
En definitiva,
estas humildes y hasta entonces desconocidas monjas no abandonaron las
trincheras de la caridad. Decidieron seguir las enseñanzas de su fundador, el beato
Luigi Maria Palazzolo, que pronto será canonizado: "Yo
busco y recojo el deshecho de todos los demás, pues donde los demás actúan lo
hacen mucho mejor que lo que yo lo podría hacer, pero adonde los demás no llegan yo trato de hacer algo como puedo”.
Tal
y como recuerda el diario Avvenire, todo comenzó el 15 de marzo de 1995 cuando un
hombre llamado Gaspar Menga regresó a casa febril después de haber pasado un
día de trabajo en el campo, cerca de un pueblo no lejos de la comunidad donde
vivían las monjas. Diez días
después murió, desangrado por una misteriosa enfermedad. La misma suerte
corrieron su hijo, su hermano y otros miembros de la familia.
A las pocas
semanas, el hospital de Kikwit se llenó de moribundos. La hermana Floralba fue la primera misionera
infectada y la primera en morir. Las hermanas informaron que se
enfermó mientras atendía a un paciente que se encontraba en estado grave. La
muerte ocurrió el 25 de abril. La hermana Vitarosa, en cambio, fue la última de
las monjas en morir. En el diario de la comunidad se lee que asistió a las
hermanas infectadas por el terrible virus y las alcanzó en el cielo, en la Casa
del Padre, el 28 de mayo, fiesta de la Ascensión.
Años
después, estas religiosas son todavía recordadas incluso por los científicos
que investigan esta enfermedad. De hecho, una investigadora del CDC (Centros
para el Control y la Prevención de Enfermedades) de EEUU que viajó a esta
ciudad congoleña de Kikwit afirmó de las monjas: "Esas mujeres, con su testimonio, hicieron lo que en ese momento
nadie hubiera podido hacer: ¡salvar vidas con la vacuna del amor!”.
Javier
Lozano
Fuente:
ReL